Críticas
3,0
Entretenida
Amor

Decídase, señor Haneke

por Carlos Losilla

'Amor' se puede describir de dos maneras. Opción número uno: una pareja de ancianos debe enfrentarse a la fragilidad de la existencia, a las consecuencias implacables del paso del tiempo, a la vejez vista como un infierno sin salida. Opción número dos: una pareja de ancianos parisinos, respetables y cultos, se ve asaltada de repente por el horror de la enfermedad de ella, y a partir de ahí asiste impotente al desmoronamiento de su ordenado universo. La primera sería una visión compasiva, conmovida ante esa debacle. La segunda sería más ambigua, pues habría en ella una cierta complacencia a la hora de observar pacientemente el lento declinar de esa convivencia, de ese amor, pero también de un universo burgués que se ve reducido a los instintos más básicos, despojado de toda su exquisita "politesse". ¿Es Michael Haneke un exhibicionista del dolor disfrazado de amable humanista o un cronista implacable del fin metafórico de una civilización? El mayor problema de 'Amor' es que nunca se decide, que vacila, que oscila constantemente entre uno y otro lado como si quisiera contentar a todo el mundo, a los que buscan al Haneke más despiadado y a los que lo desearían más humanizado.

Por un lado, tenemos esa historia claustrofóbica y asfixiante, que transcurre casi enteramente entre las paredes de una gran casa burguesa que también ve su propia extinción, a modo de metáfora de lo que le sucede a sus habitantes. Por otro, esos dos cuerpos envejecidos que se ofrecen al espectador como reflejo de sus buenos sentimientos y de sus temores: así acabaremos todos, eso es lo que nos espera. Pero Haneke nunca ha sido un cineasta realista, y ahí se traiciona, e incluso hace un poco de trampa, pues lo que le importa de verdad no es la piedad, sino la decadencia, incluso aquello que esconden esos comportamientos tan civilizados. Filma las paredes de la casa, las puertas, las habitaciones, a la vez como refugio y como cárcel. Filma los cuadros. Filma el piano de ella, antes profesora de música. Filma un sueño de él en el que la casa se inunda y del que despierta aterrado. El tema de 'Amor' es el final de una forma de vida, pero a ratos parece que todo gire alrededor de la vejez y sus inconvenientes. Incluso el personaje de Isabelle Huppert, la hija, es ambivalente: ¿la típica desagradecida que solo se preocupa de sí misma y de sus problemas y además quiere dar lecciones a su padre de cómo cuidar a su madre? ¿O el producto de una educación errónea que ahora no entiende nada del mundo que la rodea?

'Amor' no es una película fácil de atrapar. Pero pasa por una encrucijada clave que la deja al descubierto, quizá más de lo que desearía Haneke. Si su objetivo es una crónica de la vejez, la enfermedad y la muerte, resulta demasiado tremendista, incluso efectista en su falsa sobriedad. Si pretende dejar constancia del suicidio de una clase social, de una cultura, sus formas son demasiado elegantes, y hasta parece que adopta una voz engolada que se identifica plenamente con aquello que intenta satirizar. En cualquier caso, parece que el sello Haneke quiere agradar más a la Academia del Cine Europeo y a los Oscars que a sus viejos admiradores. Por lo tanto, debo confesar que no me preocupa tanto la ambivalencia de 'Amor', a veces fructífera, como lo que puede suponer en el futuro de la obra de su responsable, cada vez más ilustre y acomodado en el "auteurs' system" del cine europeo actual.

A favor: Su visión bergmaniana de los falsos mitos burgueses, o También-los-amantes-de-Schubert-envejecen.

En contra: Su barniz de película respetable y amante de los grandes temas.