Canciones y emoción
por Virginia MontesCon tan solo unas pocas películas, el director británico Tom Hooper ha demostrado su capacidad para meterse al público en el bolsillo. La audiencia conecta inmediatamente con su cine, y eso es algo en la actualidad difícil de conseguir para cualquier autor que se precie. Las razones de este vínculo entre pantalla y espectador probablemente haya que buscarlas en la habilidad del director para realizar un cine muy sencillo y directo, de emociones muy puras que inmediatamente consiguelo que se propone en el patio de butacas, llevando al espectador de la risa al llanto y estableciendo una complicidad absoluta con los personajes. Así ocurre en 'Los Miserables', su nueva película, una imponente superproducción que nos traslada a la época dorada del musical para adaptar una de las obras más importantes del género que ha tenido el récord de permanencia en cartel primero en el West End londinense y después en Broadway. Basada a su vez en la novela de Victor Hugo del mismo título, la película nos introduce en una Francia abatida por el hambre y la pobreza que tiene que sufrir bajo el yugo de un monarca ajeno a las necesidades de su pueblo. La Revolución Francesa no consiguió erradicar las diferencias sociales ni paliar las necesidades básicas de los ciudadanos. El film comienza precisamente unos años después, en 1815 y utiliza como leitmotiv el enfrentamiento entre dos hombres: Jean Valjean y el inspector de policía Javert, el primero un símbolo de la miseria de un pueblo que intenta escapar a su infortunio pero no puede, y el segundo una representación del poder opresor de un régimen monárquico que utiliza la tiranía y la represión para tener a sus súbditos bajo la dictadura del terror y también del poder religioso, que bajo el amparo de proteger el orden moral, era capaz de emprender las mayores atrocidades.
A partir de estas dos figuras fundamentales, Tom Hooper desplegará todo el dispositivo de esta impresionante apisonadora cinematográfica que se erige como una de las más deslumbrante producciones del año. Y es que cada una de las piezas que aparecen encajadas en esta película parece ocupar el lugar adecuado, empezando por un Hugh Jackman capaz de arrastrar con su carisma y su entrega con todo lo que se ponga por delante y terminando por un director consciente de que tiene en sus manos la oportunidad de devolverle la grandeza épica a un género, el musical más puro, que hacía años que no veíamos plasmado en la pantalla revestido de tanto exceso. Y es que Hooper no escatima en esfuerzos, y deja la sobriedad y la prudencia formal que caracterizó su anterior película, 'El discurso del rey' para desmelenarse por completo en esta ocasión con un trabajo de puesta en escena de naturaleza operística en el que abundan todos los movimientos de cámara posibles (travellings, grúas desbocadas, picados y contrapicados locos...) y que se contrapone en algunos instantes fundamentales, con la intimidad y la cercanía que le otorga a varios números musicales, rodados en un plano único y que rompen drásticamente con el punto de vista teatral, produciendo una notable aunque bien conseguida, sensación de extraña proximidad al hipotético escenario en el que transcurre la acción. Me refiero principalmente a la secuencia en la que Anne Hathaway brilla cantando 'I Dreamed I Dream' y al solo bajo la lluvia de Samantha Barks, actriz importada del propio musical y que se adueña sin problemas del mejor momento de la película.
Lo cierto es que el riesgo a la hora de llevar a la pantalla una película de estas dimensiones y totalmente cantada, era un riesgo que contenía numerosos escollos. Convertir la narración cinematográfica en una sucesión de números musicales y de coreografías que van de lo íntimo a lo apoteósico, era una tarea complicada que el director y todo su equipo logran solventar a lo largo de más de dos horas y media en las que la confrontación de Valjean y Javert da paso a las revueltas revolucionarias de los años treinta y desemboca en la historia de amor entre la joven Cosette (Amanda Seyfried) y el impetuoso Marius (Eddie Redmayne), punteado por desahogos cómicos como el número protagonizado por unos estupendos y estrafalarios Sacha Baron Cohen y Helena Bonham Carter. En resumen, un irresistible torbellino de canciones y de emociones que recupera la magnificencia de esas producciones mastodónticas del cine clásico.
A favor: La luminosa presencia de Anne Hathaway y la entrega de Hugh Jackman.
En contra: La historia de amor entre Cosette y Marius no tiene la fuerza suficiente.