Críticas
3,0
Entretenida
Percy Jackson y el mar de los monstruos

Atracciones Mitológicas

por Quim Casas

Sinceramente, apenas recuerdo uno o dos planos de Percy Jackson y el ladrón del rayo dirigida por el inefable Chris Columbus. ¿Debería volver a verla antes de escribir sobre Percy Jackson y el mar de los monstruos, la continuación realizada por un cineasta con nombre de superhéroe mitológico, Thor Freudenthal? La ética dice que si, el tiempo dice que no. Quizás antes lo hacíamos, o lo intentábamos, y estaba bien revisar El padrino al enfrentarse a El padrino II parte, o Batman antes de ver o volver a ver Batman vuelve. Ahora, las imágenes vuelan y Chris Columbus no merece demasiado nuestro respeto: montaba imágenes una detrás de otra como lo hace nuestro nuevo Thor.

Porque una de las buenas cosas que tiene la segunda película sobre ciclo literario-cinematográfico a lo Harry Potter es que, viéndola, te vienen a la mente escenas enteras de la anterior: una se retroalimenta de la otra, más de lo mismo, una continuación que es casi un remake como hizo Todd Phillips con el segundo resacón, el de Tailandia, que era a la vez secuela y remake del resacón en la ciudad de los casinos.

  Y así tenemos en Percy Jackson y el mar de los monstruos a los mismos chicos y chicas con poderes mágicos porque son mestizos (descendientes de dioses y humanos, tan freaks como los mutantes de X-Men y, por ello, desubicados en la sociedad); a los sátiros, minotauros y cíclopes, aunque aquí se añade un cíclope distinto, hijo de un dios y una ninfa, y aparece un bello hipocampo, criatura que es mitad caballo mitad delfín, y un imaginativo toro mecánico que parece moverse como los artilugios mecánicos del primer filme de Guillermo del Toro, Cronos.

  El curso de mitología sigue con la búsqueda, de nuevo, del vellocino de oro, con los protagonistas (dos chicos y una chica, el terceto quimérico de la saga potteriana) cuales modernos argonautas desplazándose hasta el triángulo de las Bermudas. Hay un decorado al que se saca excelente partido, el gigantesco sistema gástrico de un monstruo marino que alberga, entre otras cosas, cual panza rugiente de Moby Dick, a un buque de guerra lleno de herrumbre, y también una parte final en un olvidado parque de atracciones, escenario que puede verse también como una metáfora de lo que son las actuales películas de aventuras fantásticas y adolescentes.

A favor: su clásico toque fantástico casi a lo Harryhaussen, algunas situaciones y escenarios.

En contra: demasiado deudora de la anterior, y del ciclo Harry Potter, y el de la brújula dorada.