Críticas
3,0
Entretenida
Una pistola en cada mano

Ficciones y palabras

por Quim Casas

Las dos anteriores películas de Cesc Gay, 'Ficción' (2006) y 'V.O.S' (2009) discurrían por los caminos de la realidad y la ficción, de la creación de esa ficción sobre la que están construidas casi todas las artes narrativas. Con 'Una pistola en cada mano', el realizador catalán hace otro tipo de ficción sin apartarse de sus estrategias en este terreno. La película se divide en cinco historias autónomas, en cinco duetos sobre la soledad, la desolación, la supervivencia emocional, el intento frustrado de reconciliación, los celos, la pérdida del amor, la desconfianza y la reconstrucción afectiva; cinco historias que no son tales, ya que la última de ellas tiene a cuatro protagonistas y se divide a sí misma en dos partes con otros tantos dúos, y al menos uno de los protagonistas de cada relato se encuentra en la situación final, una fiesta, con lo que las historias se cruzan pero de modo anecdótico.

El juego de la ficción se establece entre lo que se cuentan los personajes. En unos casos, como el episodio protagonizado por dos antiguos amigos desolados por distintas razones que se reencuentran casualmente (Leonardo Sbaraglia y Eduard Fernández), nunca sabremos a ciencia cierta si es verdad o no lo que uno refiere al otro: hay más desconfianza que estima en este reencuentro forzado. En otros casos, la ficción se desvela como un toque sorpresivo (aunque esperado) después de que uno pueda pensar que lo relatado es una invención de uno de los personajes: la historia entre el marido engañado, Ricardo Darín, y el hombre que pasea a su perro y le escucha, Luis Tosar. También hay historia inventada por parte de uno de los personajes, el de Candela Peña, en el relato sobre las apariencias, los rencores y las insatisfacciones: ella inventa un falso deseo para recordarle a él, Eduardo Noriega, lo injusto que ha sido en el pasado reciente.

'Una pistola en cada mano' funciona de esta manera, como partículas diseminadas de una misma idea, de una misma ficción. Gay se apoya, como es habitual en su cine, en los actores y en el texto, más original en unos casos que otros, más tenso y cítrico (la historia de las dos parejas "intercambiadas" en el relato que forman Alberto San Juan y Leonor Watling y Jordi Mollà y Cayetana Guillén Cuervo) o más conmovedor pese a evidenciar un fracaso (el vano intento de Javier Cámara para volver con Clara Segura). La puesta en escena fluida evita la tentación del simple teatro filmado, aunque por momentos haya más teatro que cine en la película. Al fin y al cabo ésta es una tendencia generalizada en el cine contemporáneo, donde la palabra se expande casi como lo hiciera en tiempos del primer cine sonoro, y el triunfo reside en vencer el escollo de filmar teatralmente esa palabra.

A favor: La concepción tonal de cada bloque y el trabajo interpretativo.

En contra: La tentación del teatro filmado pese a las composiciones y encuadres nada encorsetados.