Críticas
2,0
Pasable
Amor es todo lo que necesitas

Boda entre limones

por Daniel de Partearroyo

En 'Amor es todo lo que necesitas', Susanne Bier vuelve a actualizar dos elementos que parecen asumidos como presencias recurrentes en su cine: la multiplicidad de localizaciones transnacionales donde desarrollar el argumento (Dinamarca y el sur de Italia) y la utilización de una boda como acontecimiento catalizador para sacar a la luz toda clase de disfunciones latentes, desviaciones patológicas y secretos que atacan a la línea de flotación de la institución familiar. Su grado de erosión de la imagen modélica de la familia que las sociedades occidentales tienen de sí mismas nunca ha llegado tan lejos como el practicado por su compatriota Thomas Vinterberg en 'Celebración' (1998), pero hay que reconocer que Bier le sacó buen partido en películas como 'Después de la boda' (2006). Para su último trabajo ha vuelto a contar con la colaboración de Anders Thomas Jensen, co-guionista de aquella y de 'En un mundo mejor' (2010), película con la que la cineasta danesa ganó el Oscar y de la que también recupera a la protagonista, Trine Dyrholm, actriz que precisamente se dio a conocer gracias a 'Celebración'. Así se deshace la madeja de la familia del cine danés.

Dyrholm es Ida, una peluquera que debe afrontar a la vez la recuperación tras un tratamiento de quimioterapia, el abandono de su marido, que se va con una chica veinte años más joven, y la boda de su hija (la áurea Molly Blixt Egelind) en Italia. En el viaje de ida al enlace conoce a Phillip, un empresario frutícola inglés que resulta ser el padre del novio y está interpretado por Pierce Brosnan en una jugada que puede recordar demasiado a una traslación de 'Mamma mia!' (Phyllida Lloyd, 2008) a la costa napolitana y sin canciones. A partir de ahí, diversos personajes de ambas familias irán añadiendo temas de interés general (cáncer, viudez, infidelidad, divorcio, homosexualidad, bulimia infantil, servicio militar) hasta que el fresco de la película quede listo para ser desmenuzado. En algunos momentos, Bier consigue su objetivo de contar un drama con herramientas de comedia soleada y mediterránea, pero los cambios de actitud en los personajes casi siempre parecen demasiado forzados desde el guión. Por ejemplo, de una secuencia a otra Ida puede pasar de ser una mujer vulnerable y desorientada a una patosa desequilibrada con alarmante esquizofrenia.

Al final, la sensación es pareja a la encontrada en otros films de la directora: ella y su guionista están tan ensimismados en añadir puntos de conflicto al guión que se olvidan de los personajes. Eso importa menos cuando se juega con caricaturas (la tía egocéntrica y neurótica de la genial Paprika Steen, otra actriz formada en la escuela Von Trier-Vinterberg), pero resta todo atisbo de naturalidad a la historia de romanticismo terapéutico principal. Que, sin embargo, en última instancia puede concluirse que funciona. Pero más por el esforzado trabajo de un cuidado reparto y los clichés con los que el espectador va reencontrándose que por un trabajo cinematográfico preciso.

A favor: Lo entretenido que resulta clasificar las distintas tonalidades de azul que lucen los ojos de todo el reparto.

En contra: La sensación de estar ante una fórmula necesitada de saneamiento.