Críticas
4,0
Muy buena
Bienvenidos al fin del mundo

Apocalipsis en el Pub

por Eulàlia Iglesias

La gran comedia británica siempre ha estado allí. Pero durante algunos años, allá a finales de los noventa, la impecable tradición humorística de la que siempre había hecho gala el cine en el Reino Unido parecía limitarse a explotar el filón de comedia romántica con Hugh Grant que tan buenos resultados daba en taquilla o la comedia social de raíz costumbrista. Mientras tanto, era la comedia televisiva la que mantenía la llama del humor sarcástico y afilado de la mano de, entre otros, Steve Coogan, Armando Ianucci o Edgar Wright. El director de 'Zombies Party' es también responsable de la sitcom 'Spaced' (1999-2001), un proyecto escrito por Simon Pegg (que se acabaría convirtiendo en su actor y coguionista fetiche) y Jessica Stevenson donde ya se apuntaban algunos de los rasgos identificativos de su estilo. Wright sacudió la anquilosada puesta en escena tan típica de la sitcom y acercó el formato a la agilidad audiovisual postmoderna, además de enriquecerlo con incontables guiños a todo tipo de referentes de la cultura pop.

Con 'Zombies Party', Wright, Pegg y la pareja en las artes interpretativas de éste Nick Frost, trasladaron a la gran pantalla los muchos aciertos de 'Spaced' para servir un híbrido perfecto de terror y comedia en la tradición del cine de John Landis, del que Wright siempre se ha mostrado admirador. 'Bienvenidos al fin del mundo' cierra la trilogía que inauguró 'Zombies Party' y continuó la también muy notable aunque minusvalorada 'Arma fatal'. Y lo hace a lo grande. 'Bienvenidos al fin del mundo' es un torrente  de genio humorístico y cinematográfico, una reafirmación de la comedia fantástica británica que no tiene miedo en desafiar por todo lo alto el boom de la Nueva Comedia Norteamericana. En su arranque, la película funciona como una respuesta british a films tipo 'Resacón en Las Vegas'. El protagonista es un cuarentón en plena crisis de madurez que decide reunir a su grupo de amigos de las adolescencia (todos ellos recelosos con la idea) para armarse una juerga en su pueblo consistente en recorrer los 12 pubs del lugar bebiéndose al menos una pinta de cerveza en cada uno de ellos. Una aventura alcohólica que intentaron ya sin éxito cuando eran adolescentes y ahora quieren retomar hasta llegar a la meta, un último bar apodado oportunamente El fin del mundo.

 

Como en 'Zombies Party', la película se desarrolla como una comedia centrada en los problemas del protagonista para asumir la madurez hasta que de repente se traslada a un contexto de cine de género, aquí un homenaje a las películas de terror y ciencia-ficción estilo 'La invasión de los ladrones de cuerpos'. Wright no desaprovecha ninguno de los potenciales que le ofrece este festín intergenérico, desde cultivar un subtexto crítico sobre la globalización (esos pubs que se “starbuckizan”, en argot de uno de los personajes) hasta ajustar el ritmo del film al frenesí de la comedia de acción pasando por el recuerdo melómano-nostálgico del mejor brit-pop de principios de los noventa. En definitiva, una no parar de goces hasta llegar al fin del mundo.

 

A favor: Es la película más desternillante del año.

 

En contra: Ese cúmulo de clímax finales.