La dama y el vagabundo
por Quim CasasNo sé cuantas veces se cita en 'La felicidad nunca viene sola' la película de Disney 'La dama y el vagabundo', y hasta una chica, hacia el final del metraje, lleva puesta una camiseta alusiva a aquel relato bobalicón pero encantador sobre los amoríos entre una perrita de pura raza y un perro vagabundo la mar de salado.
Más o menos ocurre lo mismo, aunque con hombres y mujeres, en esta comedieta romántica francesa que solo se salva porque Sophie Marceau, una actriz digna, quiere salvarla: Marceau es la perrita (madura, separada, con tres hijos, muy burguesa, atenta al arte conceptual, aún seductora) y Gad Elmaleh el can golfillo (cuarentañero y extrapolado de cualquier producción de Judd Apatow sobre hombres con complejo de Peter Pan: toca el piano, bebe, sale de juerga con sus tres amigos y permite que su madre le haga cada día la colada). Por cierto, la madre es Macha Méril, las fascinante protagonista de la no menos fascinante y godardiana 'La mujer casada'.
Entretenidos con estas cosas (que si los tres o cuatro planos de la antigua actriz de Godard, que si la dignidad de Sophie Marceau en un personaje que hace aguas, que si las tonterías de Elmaleh, actor de origen marroquí muy popular en el cine francés) van pasando los minutos sin que nada tenga verdadera importancia. El filme de James Huth, el mismo director que nos embaucó hace tres años con una versión casi experimental del cómic "Lucky Luke", se adscribe a la eterna fórmula del boy meets girl, pasa por todos los estadios de la comedia romántica (el encuentro, el amor, la separación, el rechazo y el reencuentro), cuenta con algunos números musicales deliberadamente horteras (y que corresponden al espectáculo que el protagonista y uno de sus amigos están a punto de estrenar en Broadway) y suena a final feliz antes de que el relato haya empezado verdaderamente. Así que sin sorpresas, buenas o malas: lo esperado, lo previsible, y Sophie Marceau, una buena actriz, además de digna, añorando a un Zulawski o una Marina De Van.
A favor: El temple de Sophie Marceau.
En contra: La endeblez de historia, situaciones y personajes.