La chica del gángster
por Mario SantiagoA los pocos minutos del arranque, el espectador de 'Miss Bala' toma plena consciencia de que la protagonista del filme, la bella y aterrada Laura Guerrero (Stephanie Sigman: rostro pétreo, mirada ultraexpresiva), se ha convertido en una figura inerte: su identidad se disuelve en manos de una serie de monstruos que determinan no sólo su destino sino cada uno de sus movimientos. Laura reside en Tijuana, capital de Baja California —estado mexicano colindante con la frontera con Estados Unidos—, vive con su padre y su hermano, y sueña con saborear las mieles del éxito, la fama y el dinero gracias a un concurso de belleza. El problema es que en el territorio comanche en el que le ha tocado vivir —en el corazón de la guerra entre los cárteles de la droga y la policía mexicana y americana—, Laura descubrirá que los sueños se transfiguran en pesadillas de raigambre social, proporciones trágicas y color rojo sangre.
Lo único que separa a Laura del Roger O. Thornhill (Cary Grant) de 'Con la muerte en los talones' es el sexo y la posibilidad del romance (para ella no existe). Ambos se ven atrapados en una tupida e inextricable red de intereses cruzados. Ambos se convierten en marionetas, herramientas, trofeos, chivos expiatorios. Puede que Laura sea algo más consciente de su posición, su rol de víctima muda: su única alternativa es la sumisión y la lágrima (no el lloro), una condición que comparte con la mayoría de las mujeres de una jungla dominada por machos alfa. De hecho, el infortunio convertirá a Laura en la chica del gángster, la bella de la bestia, espectadora de lujo de un festival de muerte donde el ciudadano de a pie es un peón a sacrificar.
La batalla es observada desde una perspectiva lúcidamente crítica por el director mexicano Gerardo Naranjo, que en la notable 'Voy a explotar' había enarbolado la bandera del amour fou en homenaje a la nouvelle vague. 'Miss Bala' no tiene nada de fou, es cosa seria: una implacable radiografía social con corazón de cine negro y piel de festín visual. En un delicioso y macabro plano general, vemos cómo se cruza un desfile de coches de lujo que celebran por todo lo alto una boda (de izquierda a derecha) y una procesión de coches de policía que se dirigen al frente de guerra (de derecha a izquierda): brillante reedición del mítico plano de 'Plácido', de Luis García Berlanga, donde un desfile festivo-caritativo se cruzaba con una procesión fúnebre.
Aunque la película se construye desde un sutil distanciamiento emocional, Naranjo nos mete en la piel de la protagonista: adoptamos su punto de vista, sabemos tanto como ella; es decir, casi nada. La cámara flota por los espacios desérticos y los asfixiantes interiores como un fantasma impasible, como un ángel de la guarda (el de Laura) que ha olvidado sus obligaciones protectoras. Los planos se alargan, se juguetea con la posibilidad del plano secuencia, y se despliegan unas rotundas escenas de acción: siempre pegados al cuerpo de Laura, escuchamos cómo la mayoría de tiroteos estallan fuera de campo. Impera el desconcierto; también la certeza de que la violencia no conduce a otra cosa que a la autodestrucción. Un prodigio de puesta en escena que recuerda a la maestría de autores orientales como Johnnie To (el rey de la acción coreografiada) y Bong Joon-ho (el rey de la acción en plano general); aunque la contundencia de la banda de sonido, una melodía de fuego cruzado, hace pensar en Michael Mann.
'Miss Bala' es una película de acción en la acepción más pura del término: su esqueleto está formado por órdenes, procesos, rituales absurdos (un desfile de modelos que apesta a simulacro de normalidad) y desplazamientos. En esta película mexicana hay casi tantos planos-de-coche como en una película del iraní Abbas Kiarostami. Así, la acción lo ahoga todo: no hay lugar para los discursos o la psicología. Aquí, una palabra de más conduce directamente a la tumba. De hecho, 'Miss Bala' podría verse como la afortunada antítesis del cine social europeo que suele entronarse por estos lares: me refiero al dogmatismo del último Ken Loach o a los excesos de verborrea de Fernando León de Aranoa o Iciar Bollaín; lejos, eso sí, del arte de los hermanos Dardenne o Pedro Costa. En la película de Naranjo tampoco hay dilemas morales: en este sentido, es la antítesis de 'Traffic', de Steven Soderbergh. ¿Quién tiene tiempo para preguntarse sobre el bien y el mal cuando cada segundo debe invertirse en salvar el pellejo? ¿Puede el instinto de supervivencia funcionar al 200%? 'Miss Bala' lo demuestra en imágenes.
A favor: La perfecta alianza entre fondo y forma, conexión que se establece gracias a las directrices del thriller y el cine negro.
En contra: La poderosa disciplina interna del filme puede desconcertar a algún espectador.