Caza a la obsesión
por Paula Arantzazu RuizFicción para explicar la realidad. La noche más oscura (Zero Dark Thirty), la película que va a consolidar definitivamente a Kathryn Bigelow como una de las mejores directoras del cine contemporáneo, parte de un dispositivo tan genial como perverso, esencia de la maquinaria propagandística del estado y, en última instancia, poderosa herramienta ideológica. No es la primera vez que se hace uso de los asideros de la ficción para narrar los hechos -menos para explicar las decisiones políticas de Estados Unidos-, tampoco será la última, pero aquí esta cuestión vertebra de tal modo la película que hay quien incluso ha quedado confundido y ya habla de "movie journalism" (Richard Corliss, para la revista Time). Craso error y enorme idiotez. Por una parte, Bigelow desde los primeros frames de la película nos lo advierte: la realidad, la caída de las Torres Gemelas, son un telón negro, las imágenes que vienen a continuación pertenecen a otro régimen. Por la otra, una película sobre la caza y captura de Bin Laden jamás hubiera visto la luz sin el beneplácito de la CIA y el padrinazgo del presidente de Estados Unidos, Barack Obama.
Aclarado este escollo, sólo puede aplaudirse la ambición de Bigelow y Mark Boal en La noche más oscura, un trabajo que pule y mejora la puesta en escena de la no menos intensa En tierra hostil (The Hurt Locker), filme con el que guarda bastantes similitudes, más allá de su urgente necesidad de emerger como relato de lo contemporáneo y de su pertenencia al género bélico. Si esa película venía a decir que en la era Obama, la guerra se antojaba necesaria, La noche más oscura desarrolla esa tesis con la precisión de una novela decimonónica. La comparación no es baladí, pues, primero, la cinta está estructurada en una serie de capítulos que narran los acontecimientos más relevantes de esos diez años de la caza de Bin Laden, y, segundo, posee precisamente esa voluntad de "gran relato" y ánimo naturalista propios de la literatura de finales del 1800. No es que Bigelow se detenga en descripciones microscópicas de las estrategias militares, de hecho, algunos diálogos son en exceso obvios, pero sí insiste en detallar ciertos rituales y procesos desde la observación entomológica. Ya sucedía en En tierra hostil, pero aquí esa puesta en escena no sólo subraya lo extraordinario de la cotidianeidad del ambiente bélico, sino que también tiene una función estrictamente narrativa, nos señala los cuatro grandes actos sobre los que pivota el filme: la tortura a un prisionero, el atentado que sufre una base militar estadounidense en Afganistán, la búsqueda de Abu Ahmed por las calles de Abbottabad, y, finalmente, la operación de captura y muerte de Osama Bin Laden.
El gran éxito del filme de Bigelow y Boal no se encuentra, sin embargo, en su meticuloso guión, empapado de datos, cifras, hechos y atentados terroristas, sino en que logra dar caza a un fantasma que durante la última década ha perturbado el imaginario del país de las barras y estrellas: La noche más oscura da sentido, en tanto que da fin, a una serie de películas que giraban en torno a la obsesión y la frustración de lo irresoluto; salvando las distancias, a cintas como Zodiac, de David Fincher. No son tan distintos Maya (una abrumadora Jessica Chastain) y el Robert Graysmith (Jake Gyllenhaal) de ese largometraje, a excepción de que si el segundo fracasa, ella logra cumplir con una misión que se ha convertido asimismo en su proyecto de vida. Así nos lo recuerda el último plano del filme, el rostro de una desconcertada Maya que no conoce otra existencia que la que le brinda su obsesión. Y aquí sí, y a diferencia del plano final de En tierra hostil, estamos ante una imagen concluyente y que interroga sobre el futuro. La guerra es una adicción, en efecto, pero también el engranaje de nuestro sistema económico. Como el personaje interpretado por Chastain, muchos nos preguntamos qué sucederá ahora, qué país será el próximo escenario de la batalla de Estados Unidos por demostrar (a la fuerza) su hegemonía mundial.
A favor: Casi todo, pero por escoger, James Gandolfini como capo de la CIA resume de manera brillante y como ninguna otra metáfora lo que es la máxima organización de inteligencia de Estados Unidos.
En contra: El título que le han puesto para su estreno en España.