Naturaleza en detalle
por Monica JordanVarios planos generales, paisajes de montaña y, entre los valles, una carretera; la cámara nos acerca a un recoveco del camino: una pareja disfruta de un picnic y, en la siguiente escena, el último zoom in de esta introducción nos mostrará un conjunto de insectos recogiendo los restos de comida que han dejado los humanos tras su marcha. De lo general a lo concreto, de la Naturaleza global a la Naturaleza en una de sus mínimas expresiones, de lo mayúsculo a lo minúsculo… Así empieza la versión largometraje de la teleserie Minuscule, subrayando la importancia del detalle, de lo aparentemente insignificante, de aquello que requiere prestar atención para disfrutarlo en su esencia. Sin duda, estamos ante un aviso para navegantes.
En su teleserie, Hélène Giraud y Thomas Szabo se ponían en la piel de diferentes insectos para observar su posible cotidianidad en episodios de poco más de cinco minutos. Serie y película apuestan en todo momento por la expresividad del slapstick del cine mudo, y rehúyen las formas antropomórficas para sus personajes, lo cual las aleja de otras producciones más conocidas (e infantiles en su aparato visual), como Bichos de Pixar o HormigaZ de Dreamworks. La combinación de escenarios y sonidos de ambiente reales contrasta con unos personajes creados en animación 3D que se comunican a través de sonidos antinaturales, desde silbatos a matasuegras; sin embargo, lo más destacable de Minúsculos es la variedad de texturas con las que los animadores crean el mundo de la película. Es ahí, en los pequeños detalles artísticos y técnicos (y no en su apartado narrativo) donde Minúsculos: El valle de las hormigas perdidas se alza como una experiencia digna de ser disfrutada.
Lo mejor: La convivencia entre los elementos reales y la animación, y el gusto por el detalle.
Lo peor: Que sufre el síndrome del “corto alargado” en algunas momentos.