Críticas
4,5
Imprescindible
Los Increíbles 2

Más increíbles todavía

por Alberto Lechuga

Cuando Los Increíbles llegó a las carteleras en 2004 apenas teníamos las dos entregas del añorado Spider-Man de Sam Raimi. El cine superheróico era todavía una incógnita. Ahora ya tenemos universos compartidos, heptalogías, superhéroes que se psicoanalizan hasta darnos la turra, superhéroes negros, superheroínas, superhéroes filofascistas, superhéroes con complejo mesiánico e incluso superhéroes que “preferirían no hacerlo”. Pero lo que hizo única a Los increíbles sigue siendo territorio inédito: una familia de superhéroes. Una familia que tiene superpoderes, mejor dicho.

Porque aunque Brad Bird adaptara antes que nadie los postulados del seminal Watchmen de Alan Moore (que cuando formulaba lo de «¿quién vigila al vigilante?» no hacía más que interrogarse sobre la posibilidad de los superhéroes en nuestra sociedad), lo cierto es que al director de Ratatouille siempre le interesó más la dinámica familiar, y los superpoderes como reflejo y expresión de esta. Como la familia Simpson con la que Bird empezó su carrera, los Parr tampoco han envejecido, situándose la acción inmediatamente allá donde terminó la primera entrega. Porque para Bird se trata de que la hija adolescente sea precisamente adolescente, y su superpoder sea primero la invisibilidad, luego poderosas esferas de energía que protegen a todos los que quedan a su alrededor. O que el bebé siga siendo bebé y, por tanto, absolutamente imprevisible; y gracias a eso tenemos, entre otras cosas, un descacharrante enfrentamiento con un mapache, homenaje impagable al legado de Tex Avery y otros OG del cartoon.

Pero, entonces, ¿qué aporta Los increíbles 2 catorce años después a lo ya dicho en el clásico original? Cuando Bird retoma a los personajes catorce años después justo en el exacto momento en el que los dejamos al final de la primera película, a punto de enfrentarse a ese delirante hombre-topo, El Socavador (al que en español presta voz y entusiasmo Alex de la Iglesia), podemos leerlo también como toda una declaración de intenciones: en Los increíbles 2 el ánimo no es rupturista sino de continuidad. No se tratará tanto de innovar como de actualizar, aprovechar los avances de este lapso de tiempo, a nivel formal y, tímidamente, a nivel argumental.

Ahora el padre se encargará de la vida familiar y la madre de las aventuras superheroicas. Una subversión de roles que, de nuevo, no brilla por su originalidad sino por su actualidad. Aunque probablemente sea conveniente no pararse demasiado a analizar la política ambivalente de Bird, lo cierto es que las escenas domésticas de Mr. Increíble y el bebé Jack-Jack atesoran toneladas de comedia. Del mismo modo, puede que Los increíbles 2 no tenga una escena de acción tan rotunda a nivel conceptual como aquella de la primera parte en la que la familia Parr aprendía a ser familia en la jungla, pero lo cierto es que las escenas de acción de Elasticgirl de Los increíbles 2 se sitúan, sin discusión, como lo más espectacular que ha filmado nunca Bird, por encima incluso de su entrega de Misión imposible, cuyo sexto capítulo, también en cartelera, es la única película que puede batirse con esta secuela en prodigio y vértigo.

Al igual, la fascinación que nos provoca su estética sixties ya no es fruto del asombro frente a su singularidad como ante su perfección, la admiración hacia un ejercicio de estilo llevado al festín audiovisual: el Mid Century Modern sublimado con un despliegue imponente de texturas y colores. Del garbo de las tonalidades y la geometría de la UPA a diseños dignos de la arquitectura modernista de Mies van der Rohe.

Que el recuerdo mitificado de la primera parte no sirva en detrimento de esta fabulosa secuela. Los Increíbles 2 no es un nuevo sabor de helado, pero sí es el más refrescante y sabroso del verano.