Arte y política
por Israel ParedesLa periodista y directora Alison Klayman llegó en 2008 a entablar contacto con el artista chino Ai Weiwei cuando un amigo en común la pidió que fotografiara al artista. A partir de ahí comenzó una relación que finalmente ha dado forma a Ai WeiWei Never Sorry, documental elaborado a partir de cientos de hora de filmación cuyo material desechado ha dado pie a otras propuestas artísticas, como la pieza corta Who's Afraid of Air Weiwei. Dicha cercanía entre la directora y su objeto es evidente en las imágenes del documental y en sus propósitos. Por un lado, dar cuenta del artista-individuo, es decir, una mirada hacia la persona, hacia quién se encuentra tras la figura pública. En este caso, el documental podría considerarse meramente insuficiente si no fuera porque, en verdad, comprendemos a lo largo de su metraje, que la actitud artística/combativa de Ai WeiWei es insoslayable de la personal desde el momento en que esta se ve influencia por los problemas que surgen en su vida tras los constantes choques con las autoridades chinas. Por otro lado, estaría, entonces, el artista político, el contestatario. Y aquí sí encontramos una mirada mucho más amplia y elaborada, una aproximación exenta de todo atisbo de posible cuestionamiento hacia el artista (lo cual resulta en realidad lógico) y sí una introducción no cronológica en sus últimos años, repasando su pasado y el de su país de manera intermitente.
Ai WeiWei Never Sorry posee la virtud de narrar desde el documental lo acaecido antes que simplemente mostrarlo. A este respecto, a veces se tiene la impresión de estar más ante una ficción que ante un documental, como si Klaymen hubiera decidido otorgarle a su película de un aspecto híbrido y un ritmo muy particular. De este modo, la directora organiza el material siguiendo un orden cronológico desde el comienzo de las actividades más polémicas de Ai WeiWei hasta su detención en 2011, atendiendo a sus viajes, a sus actividades artísticas y políticas (que para el caso son lo mismo) y narrando ese proceso a la vez que documenta la actividad artística china del momento y el contexto político-social sin olvidar el pasado tanto del artista como de su país. La imagen es rica y amplia. Evidentemente, queda la sensación de cierto oportunismo: el propio artista se ha convertido en una marca en sí mismo. Pero lo cierto es que viendo Ai WeiWei Never Sorry, e incluso sabiendo que estamos ante un documento que ensalza la figura del artista, es imposible no sentir no solo respeto por la figura de Ai WeiWei sino recordar épocas pasadas en las que el arte, en toda su extensión y manifestaciones, se alza sobre su propia naturaleza para convertirse en intervencionismo social y político con la facultad de cambiar las cosas. O como poco de intentarlo. Klayman trabaja bien este aspecto al enfatizar no solo los problemas por los que Ai WeiWei ha pasado (el peor su detención e incomunicación durante ochentaiún días) sino también mostrando cómo poco a poco ha logrado evidenciar los problemas de su país y su sociedad. Las manifestaciones del artista a este respecto resultan reveladoras, en su calma, en su reflexión. Poco importan en el documental, o no importan tanto, las características de sus propuestas artísticas, sino su fin último. La cineasta pretende que Ai WeiWei Never Sorry sea algo similar: una intervención en forma de documental que llegue de manera amplia para dar habida cuenta de lo que Ai WeiWei ha significado, están significando de hecho, más allá de los simples titulares de periódico. Es decir, convertir el documental en una especie de extensión de la obra de Ai WeiWei, no tan solo una documentación o narración de la misma. Una suerte de complemento.
Por supuesto, podría objetarse que el documental se queda a medio camino de muchas de las ideas que plantea, que cae demasiado en la complacencia. Pero lo cierto es que Ai WeiWei Never Sorry nos recuerda durante hora y media que el arte puede ser un arma muy potente contra el abuso del poder. Tan solo hay que saber cómo usarlo. Ai WeiWei lo ha sabido siempre, y eso le ha costado en determinados momentos muy caro. Pero su lucha ha abierto una grieta que se debería seguir en todos los contextos aunque tan solo parece posible dentro de regímenes políticos como el chino y no tanto en otros democráticos, mucho más complacientes incluso en la protesta, más movidos por intereses personales que por deseo de hacer algo más amplio.
A favor: Que nos propone una forma documental como extensión de una obra anterior. También la capacidad de la cineasta para aunar material variado y conseguir una cohesión narrativa del mismo sin necesidad de seguir una cronología exacta, logrando que la película sea un documental con aire de ficción, de narración.
En contra: Que quizá pasa por encima de muchas ideas de manera demasiado rápida.