Críticas
3,5
Buena
Monuments Men

Lienzos y esculturas en guerra

por Quim Casas

Cargarse Monuments Men es fácil. Tiene la forma de un divertimento (¡como si el concepto no haya servido para dar notorias películas firmadas tanto por los clásicos como por los indies, por los avant-garde o los más artesanales!) y en uno de sus planos finales aparece la banderita de las barras y las estrellas, lo que en manos de un cineasta de raíz liberal como George Clooney parece un anatema (ya se metieron con Ben Affleck porque al final de su excelente Argo, producida también por Clooney, se veía también una bandera estadounidense ondeando al viento). Sobre las banderas y el cine habrá que volver algún día….

Y sobre los divertimentos. Esa parece la tónica de la trayectoria de Clooney tras la cámara: tras un filme con conciencia política como Buenas noches, y buena suerte, una comedia amable que pretendía recuperar el espíritu de la screwball comedy de los treinta, hizo Ella es el partido; tras otra película de análisis político, Los idus de marzo, llega una producción tan o más amable que aquella comedia que sintoniza con el cine bélico estadounidense realizado en los años sesenta, Monuments Men.

¿Qué eran en su momento películas como Los cañones de Navarone, Doce del patíbulo, El desafío de las águilas o Los violentos de Kelly? Relatos bélicos sin demasiada tensión que presentaban, con excepciones, el aspecto menos amargo de la guerra, estableciendo así una clara distancia con las propuestas más realistas de William Wellman, Sam Fuller o Anthony Mann en décadas anteriores.

Monuments Men participa pues de ese volver al pasado que de vez en cuando asalta a Clooney como actor, productor o director: la serie de Ocean’s Eleven, sobre todo la primera entrega, también era una muestra de cine retro sesentero (en aquel caso se evocaba la comedia de intriga del rat pack), como lo sería una de las últimas colaboraciones entre Clooney y Soderbergh, El buen alemán, esta vez con los dramas de posguerra ambientados en la destrozada capital alemana (Berlín Occidente, Berlin Express) como telón de fondo.

A pesar de que el filme se basa en una historia real, algunas de las peripecias que cuenta resultan bastante inverosímiles. A pesar de ser una producción A, en varios planos se notan a faltar mayores recursos de producción. También es verdad que el relato da algunos saltos abruptos, como si en la sala de montaje se hubieran quedado unos metros de película de más.

Sin embargo, y asumiendo su condición de divertimento (aunque la historia esté ambientada en la cruenta segunda guerra mundial y tenga como tema el robo y recuperación de preciadas obras de arte, el legado cultural, social y espiritual para el humanista Clooney), Monuments Men discurre con la misma fluidez con la que discurrían aquellas entretenidas cintas firmadas por Robert Aldrich, Brian G. Hutton o J. Lee Thompson, renueva el catálogo de relato en grupo, es excelente en sus prestaciones actorales (especialmente Bill Murray y John Goodman), tiene algunos momentos muy emotivos (la secuencia con el mensaje familiar grabado en un disco de vinilo que le envían a Murray, un pequeño homenaje a la obra maestra de Wellman También somos seres humanos) y convierte una peripecia de guerra e intriga en un elogio al arte clásico (Rembrandt, Da Vinci o Miguel Ángel recuperados para la posteridad, aunque lienzos de Picasso y otros perecieron en plena barbarie nazi) como pervivencia más emocional que estética.

A favor: el compacto reparto, su tono casi lúdico, la recuperación del cine bélico en grupo.

En contra: quizá le falte algo de tensión y hay algunos saltos narrativos algo abruptos.