Críticas
4,0
Muy buena
Grand Piano

Divertimento para cámara y piano

por Daniel de Partearroyo

François Truffaut decía que el impulso detrás de su segundo largometraje, la deliciosa 'Tirad sobre el pianista' (1960), era hacer una película donde todas las escenas le dejaran satisfecho individualmente, sin importar su coherencia dentro del relato. De ahí ese desarrollo a saltos e inconexo que llena de frescura a una de las joyas de la Nouvelle Vague con su tono desenfadado; aunque, también advertía el cineasta francés, nunca con intención de parodia, sino de pastiche respetuoso hacia el cine de serie B de Hollywood que tanto le gustaba. Después de un debut tan personal como ahíto de referencias como 'The Birthday' (2004) y un descalabro aparatoso como 'Agnosia' (2010), con su tercera película Eugenio Mira parece haber seguido la misma estrategia de Truffaut para rendir homenaje a sus propios héroes cinematográficos, con Alfred Hitchcok y Brian De Palma a la cabeza.

Aunque el talento y la elegancia de Mira al rodar nunca han estado fuera de duda, esta vez su mimetismo formal y la sencillez del argumento le permiten realizar juegos con más audacia. 'Grand Piano' parece un thriller desenvuelto y atrevido propio de los momentos más juguetones e irreverentes de De Palma. Así pues, las secuencias sueltas y las decisiones aisladas de puesta en escena tienen más valor que el desarrollo argumental de una intriga no por limitada menos atrayente: un pianista virtuoso con pánico escénico (Elijah Wood, ejerciendo muy bien su papel de marioneta a la merced del director) encara su regreso a los escenarios mientras, desde el patio de butacas, un francotirador le amenaza con una bala en la cabeza si comete un solo error al tocar.

No hay que darle muchas vueltas a la metáfora sobre la relación que el cineasta (pianista) mantiene con el público y la crítica (francotirador), porque el propio filme verbaliza la justificación de su recargado andamiaje formal: si el espectáculo es satisfactorio, al espectador no le va a importar que no se toquen todas las notas. Y vaya si el despliegue visual de 'Grand Piano' es satisfactorio; es puro goce cinético. Sus movimientos y trucos de cámara agarran desde el primer instante, la escalada de tensión funciona con precisión de engranaje relojero (muy acertadamente, Mira recupera la unidad espacio-temporal y la narración en casi tiempo real de su debut) e incluso los momentos de distensión propiciados por secundarios prescindibles se reciben con agrado. Ni siquiera la verosimilitud de la agonía que sufre el protagonista es tenida en cuenta por un espectáculo visual centrado en el artificio y la fascinación del espectador que se deja embaucar. ¿Qué importa que falten unas notas de nada cuando la música está sonando tan bien?

A favor: El trampantojo de la pantalla partida, con zoom incluido.

En contra: Todo muy bien, ¿pero qué hay más allá del ejercicio de vampirismo de los modos hitchcock-depalmianos?