Al cambio social sobre dos ruedas
por Daniel de PartearroyoEn Arabia Saudí las salas de cine han estado prohibidas durante 30 años y sólo desde hace un lustro empezaron a abrirse algunas, a tientas tímidas y, obviamente, plegadas a la segregación entre hombres y mujeres que impone la ley nacional. Pero eso no significa que la población saudí haya vivido al margen del cine; la televisión y los videoclubs han nutrido a generaciones enteras, como es el caso de la directora Haifaa Al-Mansour, criada junto a 11 hermanos varones entre cintas de Bruce Lee y Walt Disney. Con 'La bicicleta verde (Wadjda)' se ha convertido en la autora de la primera película filmada por completo en Arabia Saudí y, quizás mayor proeza, dirigida por una mujer.
Consecuente con su naturaleza revolucionaria, la película también cuenta una historia de lucha y drible dentro de los límites de la restrictiva sociedad saudí. Como la de Al-Mansour poniéndose detrás de las cámaras, vamos. Aquí la protagonista es una niña de 10 años, Wadjda (interpretada por Waad Mohammed), cuyo máximo deseo es tener una bicicleta, por muy mal visto que esté en las chicas. Al fin y al cabo, todo lo que no sea aprender a recitar el Corán, cubrirse la cabeza y aprender a ser una esposa sumisa en el futuro inminente parece estar mal visto, observa Wadjda, cuya luminosa vivacidad e inquieto aliento emprendedor chocan contra el molde conservador que le viene impuesto desde arriba. Igual que lleva vaqueros y zapatillas Converse debajo de la abaya, se las apañará para intentar conseguir su preciada bici, haciendo ver que sigue las reglas del juego pero también es capaz de acercarlas a sus intereses.
Aunque el argumento velocípedo recuerde al neorrealismo de Vittorio De Sica tanto como el naturalismo de la protagonista lo hace a las tribulaciones infantiles del primer Abbas Kiarostami, Al-Mansour arrastra formas un tanto planas, seguramente de influencia televisiva, y una progresión narrativa hosca (la tensión dirigida del concurso de recitación, las distintas visitas del padre...) que no contribuyen a elevar la historia por encima de su sencillez. Lo mejor de todo terminan siendo esos pequeños esbozos de historias adultas que en la órbita de Wadjda, beneficiadas por la sutileza de un segundo plano con más profundidad de campo dramática de lo que parece a primera vista: su madre, enfrentada a la incapacidad de tener más hijos y la posibilidad de que su marido, casi siempre ausente, se esté buscando otra esposa; o la profesora autoritaria y censora, que se escapa de la caricatura de cuento moral con la historia propia que se le adivina fuera del colegio.
A favor: El retrato suburbial de Riad.
En contra: La sencillez termina convirtiéndose en simpleza.