Críticas
3,5
Buena
El francotirador

Hagiografía del héroe americano

por Alejandro G.Calvo

El soldado de los Navy Seal Chris Kyle, apodado por sus enemigos como el “Satán de Ramadi”, figura como el francotirador con mayor número de víctimas mortales de la historia militar norteamericana: 255 contabilizadas, aunque el Pentágono –vayan a saber por qué- sólo le adjudica de forma oficial 150. La historia de Kyle, publicada en forma de autobiografía, y adaptada a la gran pantalla según el libreto de Jason Hall (El poder del dinero, 2013), llega ahora a la gran pantalla de la mano de Clint Eastwood en lo que resulta un pulso entre la hagiografía del héroe de guerra, sin escatimar en claroscuros, y la construcción de una ficción bélica no exenta de coqueteos con el western –el leit motiv de la película es el duelo entre Kyle y su némesis: un francotirador iraquí que asesina a buena parte de sus compañeros-.

La trágica historia de Kyle se convierte en El francotirador en un doble y, hasta paradigmático, retrato del soldado y del ser humano. Así mientras el Seal en el campo de batalla se descubre como un ajedrecista del rifle, además de un líder nato y futuro icono para toda la armada estadounidense, en sus regresos a casa –se alistó cuatro veces consecutivas- la película le muestra deslocalizado, como si fuera un mutilado emocional, incapaz de dejar de pensar en sus compañeros en Irak –un tema que ya trató Kathryn Bigelow en En tierra hostil (2008), hasta ahí sus paralelismos-. El desequilibrio entre el bélico y el melodrama es palpable: mientras las secuencias de acción/suspense están construidas de forma intachable –ojo al ataque final con la tormenta de arena a punto de golpearles, es casi un Kurosawa-, la parte destinada al regreso al hogar del soldado peca, por momentos, de cierta sesnsiblería desmadejada. Sí sorprende que Eastwood, a sus 84 años, peque de cierto histrionismo,  algo leve si lo comparamos con todos los aciertos de la película: un film-río sobre las contradicciones del héroe de guerra, cuya sobrecarga dramática sirve aún más para que su totémico final –ya en los títulos de crédito- arrase con el espectador. Es curioso, lo mejor de su anterior película –la injustamente ignorada Jersey Boys (2014)- también se guardaba lo mejor para sus créditos finales. 

Así que será cierto que El francotirador es tan patriota que puede llegar a dar rabia –todo lo contrario que la salvaje y sucia Corazones de acero (2014), donde los soldados son mostrados como caníbales con pundonor-, pero eso no quita que sus alucinantes set-pieces cuando llega la acción militar sean absolutamente incontestables. Más cerca de El sargento York (1941) que de El sargento de hierro (1986), El francotirador es una loa al soldado americano medio, aquél que da la vida por su país sin preguntarse realmente si su país lo merece.

A favor: Bradley Cooper, en cuerpo y alma.

En contra: Los gritos de Sienna Miller.