Críticas
3,0
Entretenida
La leyenda de Tarzán

El (otro) origen del planeta de los simios

por Marcos Gandía

Está siendo este verano en la taquilla estadounidense un ejemplo más del extraño y para servidor triste desapego extremo del público (que paga su entrada y va a las salas de exhibición) con respecto a honestas y clásicas, nada conformistas, muestras de cine comercial. Han defenestrado al Steven Spielberg de Mi amigo el gigante y han ido a degüello con este intento, podríamos discutir si fallido o no, de devolver al esplendor de la gran pantalla al buen salvaje creado literariamente por Edgar Rice Burrouhgs pero más que nada conocido por sus versiones (con casi nada que ver con el opus novelístico previo) cinematográficas de tono naïve en los años 30 y 40 del Hollywood del pasado siglo. ¿Es La leyenda de Tarzán un film fallido? Segura y fríamente sí. Es de esos típicos ejemplos en los que un planteamiento clásico y adulto choca, por imperativos de producción, con normativas e ítems mainstream.

Un uso un tanto abusivo de su parafernalia digital (como si la sombra del éxito avasallador del nuevo El libro de la selva hubiera afectado a una posproducción precipitada de este reboot tarzanesco) y esa idea, parece que congénita ya en la Warner Brothers, de que todo debe ser como los Batman de Christopher Nolan (Tarzán es la identidad no secreta de un lord millonario con traumas por la muerte de sus padres), abandonando un tanto los elementos más pulp y poderosos (y pocas veces tratados en las películas) de la obra de Burroughs. Quizás eso se deba a que hoy el personaje, tal como se concibió en los libros, no sea políticamente correcto. Algo de eso trata de solucionar el largometraje de David Yates: de ese mesiánico hombre blanco y culto (no un tipo con taparrabos que se expresa con monosílabos) que lidera y somete a las tribus negras africanas a una suerte de libertador enfrentado a esclavistas (con conexiones políticas y de estado: el Congo belga). Sí, pero Tarzán continúa siendo un iluminado tirano positivo, y la película sube muchos enteros con su exhibicionista detallismo de la violencia (también en esa relación romántica con Jane) siempre como camino más efectivo que la razón.

En este sentido, lo que salva a La leyenda de Tarzán de ser una más de superhéroes en la estela del psicoanalismo de guardarropía pero en escenario exótico, es su apuesta por el animalismo. La venganza principal y final no reside en los diamantes de sangre y los esclavos, sino en el destino del padre adoptivo gorila del protagonista. En esa tribu de primates que se alzan desde la jungla como si estuvieran en una precuela de las nuevas entregas de El planeta de los simios. A Edgar Rice Burroughs eso le encantaría.

A favor: que mantiene muchas cosas del original literario de Burroughs.

En contra: su indefinición final entre film de adultos o blockbuster familiar.