Críticas
3,0
Entretenida
Ismael

Paternidades

por Paula Arantzazu Ruiz

Este mes de diciembre, nuestra cartelera ha visto llegar hasta tres títulos que ponen en escena la paternidad de muy distintas maneras y de muy diferente calado. Coincidiendo el mismo fin de semana, Hirokazu Kore-eda en 'De tal padre, tal hijo', y '¡Menudo fenómeno!', de Ken Scott, reflexionaban en torno a los lazos que unen a progenitor e hijo más allá del vínculo de sangre. Muchos, con razón, se llevarán las manos a la cabeza al ver en una misma oración a Kore-eda y Vince Vaughn, pero, pese a la enorme distancia reflexiva entre una y otra, no hay que negar que la paternidad es su denominador común. La tercera película de este último mes de 2013 que también afronta el asunto de la paternidad es española, se llama 'Ismael' y la protagonizan Mario Casas, Belén Rueda y Sergi López.

Entre el melodrama y cierta tragicomedia merceriana (como buena parte del grueso de la producción española, todo sea dicho), 'Ismael' es el relato de varios encuentros: el del protagonista, Ismael (Larsson do Amaral), un niño piel negra de 10 años, y su padre biológico, Félix, un Mario Casas que va de loser; el de Félix con su madre Nora (Belén Rueda), una mujer un poco pija hecha a sí misma y que oculta su drama bajo una sonrisa perpetua; y el de Félix con la madre de Ismael, Alika (Ella Kweku), a quien el protagonista rechazó, por miedo, cuando supo que estaba embarazada. Todos se reencuentran el mismo día, tras escaparse Ismael de su casa en Madrid y viajar hasta Barcelona (¡en AVE!) para conocer a su enigmático progenitor. Un drama cotidiano elevado a cinematográfico, merced la gran fotogenia y tirón de sus actores protagonistas.

No me confundan, 'Ismael' no es tan terrible como su premisa aventura y hay que darle las gracias a la "sobre el papel" imposible química entre Belén Rueda y Sergi López. Lo cierto es que, aún por inverosímil, su charme llena la pantalla y ejerce de excelente contrapunto del melodrama almidonado que sufre el personaje de Mario Casas. Ese es uno de los grandes problemas del trabajo, pues la cinta busca todo el rato aludir a las emociones del espectador y, para quien esto firma, resulta en muchas ocasiones cargante. Habrá quien celebre este cambio de registro de Casas, pero desde mi punto de vista, el director del trabajo, Marcelo Pineyro, sobrecarga al intérprete y no consigue extraer lo mejor de él. Casas deslumbra la primera vez que lo vemos en pantalla (es profesor en una escuela para chavales problemáticos), pero poco a poco ese brillo se va consumiendo, desgastando a medida que su drama con el hijo hasta ahora desconocido y con la madre del pequeño se dilata de manera cansina.

A favor: La química entre Sergi López y Belén Rueda. Y la actuación de Juan Diego Botto como padre adoptivo de Ismael, repleta de matices.  

En contra: La insistencia de la película por apelar a las emociones. Es agotadora.