Críticas
3,0
Entretenida
El quinto poder

Tiempos de WikiLeaks

por Quim Casas

El cuarto poder fue la prensa escrita. Hoy, El quinto poder pertenece a las grandes corporaciones mediáticas y a aquellas pequeñas compañías que crecen a partir de la difusión democrática de la noticia a través de las pantallas y dispositivos digitales. El quinto poder se escribe en Facebook y en Twitter, en las volcánicas redes sociales, en la tecnología al servicio de la información o la información supeditada a la tecnología: 250.000 telegramas del departamento de defensa estadounidense comprimidos en un pendrive, representación certera de los nuevos caminos de la información y la comunicación. Julian Assange y su plataforma WikiLeaks, devotos de la libertad de expresión y del egocentrismo no exento de mesianismo, algo demasiado y peligrosamente recurrente en nuestros tiempos (más que en otros), definen este concepto y son, por supuesto, materia de lo más cinematográfico como lo han sido ya las vidas de Mark Zuckerberg y Steve Jobs.

La película que ha realizado Bill Condon sobre el caso Assange tiene el valor de horadar territorios dramáticos distintos y no decantarse abiertamente en ningún sentido. Condon deja que la pregunta revolotee durante todo el metraje. ¿Es el creador de WikiLeaks un profeta de los nuevos caminos de la información o alguien que desea convertirse en el centro de atención mundial y no tiene escrúpulo alguno en el momento de esparcir las noticias en la red aunque estas pongan en jaque los poderes políticos y fácticos? Resumiríamos salomónicamente que es ambas cosas a la vez. La sesgada interpretación de Benedict Cumberbatch ayuda a la buscada ambivalencia, así como la presencia de un antagonista (que es héroe y traidor, cómplice y enemigo), el personaje encarnado por Daniel Brühl, en una idea dramática que ya funcionó muy bien en La red social de David Fincher.

Condon, por su parte, dota al relato de un concepto de thriller informático y conspiratorio sin que esos sean los parámetros de la historia. De hecho, no hay tanta diferencia entre lo mostrado en Todos los hombres del presidente (los periodistas de papel impreso sacando a la luz los turbios entresijos de la presidencia de Richard Nixon) y lo relatado en El quinto poder en cuanto a intriga periodística se refiere. Lo que les separa es el carácter intachable de los reporteros del filme de Pakula frente a la dualidad casi autista de Assange. De ahí la diferencia entre el cuarto y el quinto poder. A este último ya no se le puede pedir solo que finiquite mandatos presidenciales y descubra complots y manejos sucios perpetrados impunemente por el Estado. En la carrera y obra de Assange lo que destaca es el medio utilizado y como este se ha convertido en rector de nuestra vida presente y futura.

A favor: los toques de thriller casi conspiratorio y la buena entente-dialéctica entre Cumberbatch y Brühl.

En contra: la ausencia de sorpresa alguna, ya que es una historia híper-sabida, y algún momento retórico.