Críticas
3,0
Entretenida
Agente contrainteligente

El chiste más bruto del mundo

por Alejandro G.Calvo

Lo de Sacha Baron Cohen no hay quién lo explique. Es decir, ya ha habido otros comediantes punks en la historia del cine -desde Fatty Arbuckle a Trey Parker, pasando por las barrabasadas de Johnny Knoxville, los chistes tallados con escalpelo de Ricky Gervais o el macabro humor (a menudo sin gracia) de Todd Solondz-, pero ninguno de ellos ha logrado el lugar, prácticamente, de privilegio del que disfruta el cómico inglés en el seno de Hollywood. Sus películas, ya sean mejores (Borat, Bruno) o peores (Ali G anda suelto, El dictador), siempre tienen una característica básica común: no dejan títere con cabeza. Su sentido del humor, por lo general tan ignominioso como tronchante, sacude con la dureza de un obús aquellos elementos a los que pretende ridiculizar: los paletos de la América profunda, los políticos conservadores, los regímenes islámicos (o dictatoriales, en general), el establishment hollywoodiense... y lo hace con la inteligencia de un funambulista que tanto practica la brocha gorda -y en Agente contrainteligente hay para dar y tomar- como el horror vacui resultante de llevar el poshumor hasta sus últimas consecuencias. Y todo ello, y he aquí lo sorprendente, lo hace desde el seno del mainstream norteamericano, auspiciado por una major y sin rebajar nunca un ápice las cargas de profundidad de las críticas nada eufemísticas tras los chistes sobre gordos, judíos, veganos o figuras de la cultura popular, principalmente, americana.

Fiel a no hacer secuelas ni a explotar sus personajes más icónicos, bien sea en formato de mockumentary o en ficción real, se adentra en Agente contrainteligente en el terreno de las spoof movies, poniendo como enfoque claro las cintas de espías del corte de la saga James Bond. Ese sería el traje que viste en esta ocasión, lo que le sirve para, por primera vez en su carrera, plantear escenas de acción más o menos resultonas -de ahí que cambie al habitual (y genial) Larry Charles tras las cámaras por el eficiente Louis Leterrier- que, sin embargo poco o nada tienen que aportar a la narración básica; una nueva bofetada a todo aquello que Cohen cree digno de ser vapuleado: el garrulismo que suelen presentar los hooligans del fútbol, los métodos mafiosos de la FIFA, lo prescindibles que deberían ser figuras ampliamente populares o, directamente, los idiotas que, siempre según el autor, pueblan este mundo (como el propio protagonista). Para ello crea una desenfrenada concatenación de chistes que, por lo general, acaban por estrellarse en su esfínter anal (literalmente). Y es que Cohen se ha mostrado en esta ocasión tan o más bruto que la gente que retrata, cimentando un sinfín de gags relacionados con el sexo o cualquiera de los apéndices con los que se practica.

No engañaremos a nadie, si esta película pretendía ser una versión hardcore de Agárralo como puedas, estamos delante de un gatillazo en toda regla. La mayoría de las set-pieces cómicas hacen aguas frente a lo burdo del asunto -hay un largo gag que gira alrededor de un mojón que produce más vergüenza que risa- pero todo ello se compensa con el que podría ser el chiste más bestia escrito nunca por el creador de Borat y que, por no desvelarlo, diremos que incluye una animal gigante. Es tal la burrada representada que uno no puede dejar de reírse aún varios minutos después de haber finalizado la escena. Y, con eso, al menos al que esto suscribe, ya le vale para renovar su confianza en el chiflado de Sacha Baron Cohen.

A favor: Comparar la secuencia clave de la cinta con el ataque del oso a Leonardo di Caprio en El renacido

En contra: Seguramente Donald Trump sea el futuro presidente de los EEUU.