El ángel entouragerminador
por Suso AiraCuando una serie televisiva da el salto a la gran pantalla suele recurrirse a alguna de estas fórmulas: un megaepisodio con todos los elementos reconocibles potenciados con más presupuesto; una parodia del original, en especial si se trata de un producto antiguo; un epílogo que cierre tramas y dote de más mítica al producto. Entourage, el desembarco en el cine de una exitosa, larga y cabrona teleserie llamada, en USA, igual (¿dónde están los tiempos de El séquito: la película?) participa de estas tres posiblidades añadiendo una cuarta que es la que personalmente más me ha puesto las pilas.
Pero vayamos por partes. Por descontado que nos las vemos con un episodio de lujo de la serie, de mayor metraje, con mayores localizaciones, más cameos y bastante más dinero en su producción. En el fondo no deja de explicarnos lo que cada semana nos explicaba cada uno de sus capítulos: el reinado de la mezquindad humana en un prefabricado paraíso que rinde culto al dinero, la fama y la imagen. Lo que se acentúa es esa parte paródica (que existía en el original catódico), no sólo en este grupo de egos y egoístas desbocados, de parásitos y golfos que pueblan esta radiografía inmisericorde de Hollywood. No es una parodia divertida, sino sangrante, puesto que los personajes principales se han convertido en la peor versión de sus caricaturas (y de los famosos que se van encontrando mejor no hablar). Con toda seguridad, la clave última de esta Entourage cinematográfica es que sea como esas caricaturas que dibujan cerca del Teatro Chino Grauman en Los Angeles, o que sus rostros populares autoparodiándose con una agradecible falta de pudor estén más cerca de los homeless disfrazados de iconos pop del cine en el Paseo de la Fama de Hollywwod. Y claro que es asimismo un epílogo, un cierre (¿definitivo?) a esas ocho temporadas sacando a la luz las miserias y patochadas de su ecosistema de ricos y famosos. Los miembros de ese séquito parecen haber evolucionado, incluso haber conseguido un sucedáneo de sus sueños, aunque el film les abofetea sin piedad y los sacrifica mediante un minúsculo hilo argumental. Es entonces cuando se manifiesta el Entourage que me encanta: el de ser una (misógina, homófoba, miserable…) paráfrasis de El ángel exterminador de Luis Buñuel. Este séquito, este Hollywood mismo, incapaces de abandonar esas cuatro paredes de lo artificioso, de lo ilusorio. Esos personajes, paródicos o reales, imposibilitados para escapar de sus cárceles de oropel.
A favor: su mala leche, antológica.
En contra: algún cameo no tiene nada de gracia.