Críticas
3,0
Entretenida
Lejos del mundanal ruido

Celebración… del academicismo

por Suso Aira

En el interior (o en el inmediato futuro) de todo joven airado habita casi siempre un burgués acomodado. Esta máxima, de rabiosa actualidad en nuestro panorama político actual, tuvo en términos de historia cinematográfica unos buenos ejemplos en el free cinema británico de los años 60. Autores como Tony Richardson o John Schlesinger terminarían sus días en Hollywood, con mansión y piscina, y hábitos burgueses, firmando películas (algunas excelentes) en las cuales su rabia juvenil quedaba ya sepultada por la mera (respetable, digna) profesionalidad. Muchos años antes, cuando ya habían destacado en el panorama fílmico con un cine pegado a la calle, crítico, valiente… ambos (y otros muchos, pero me vale con ellos dos, sobre todo con Schlesinger, firmante del primer Lejos del mundanal ruido) emprendieron la ejecución de superproducciones con una excusa literaria clásica (Tom Jones y la citada Lejos del mundanal ruido). Se presentaron, con esa fuerza del nuevo rico, del Pablo Iglesias de Podemos recién electo para un cargo público, en la lujosa mansión del cine academicista. Sus intenciones eran darle una lectura diferente, resaltar los aspectos sociales, potenciar lo moderno de aquellos textos (magníficos ambos)… pero hacer una superproducción con los mayores valores de producción, lujosa, con grandes estrellas y hambre de taquilla y premios.

Algo similar a Tony Richardson y John Schlesinger le ha pasado al escandinavo Thomas Vinterberg, otrora airado jovenzuelo y cachorro del Dogma y ya progresivamente un autor acomodado en un cine más comercial y más dentro de los cánones comerciales. Esta nueva versión de la novela de Thomas Hardy es su primera incursión en la maquinaria de la superproducción de lujo, con el marchamo de qualité. Era difícil estropear la letra y el espíritu del original de Hardy (mucho más moderno y airado que Ricahrdson, Schlesinger o Vinterberg), y esta nueva Lejos del mundanal ruido es un grato espectáculo visual y un eficiente melodrama social, de clase y romántico, con uno de los personajes femeninos más complejos y fuertes de la literatura anglosajona, a quien Carey Mulligan sabe entender a la perfeccción. No consigue superar al anterior y sesentero film con Julie Christie y Terence Stamp (a quien prefiero antes que a un correcto Matthias Schoenaerts), donde no pesaban los 165 minutos de metraje (20 minutos más en su versión reconstruida) mientras aquí sus casi dos horas se hacen a veces algo pesadas. Pero aun así, Vintenberg no defrauda a los consumidores de cine académico, ni tampoco a los lectores del inmortal libro de Hardy.

A favor: Carey Mulligan; el buen uso del paisaje como un reflejo de la psicología de los personajes.

En contra: su clasicismo es su principal rémora.