Críticas
1,5
Mala
El asesinato de un gato

Crimen para la comedia

por Paula Arantzazu Ruiz

La veneración actual hacia los mininos, fruto de la cultura 2.0, puede ser uno de los alicientes para acercarse a esta comedia suburbial cuya premisa es la que indica sin rodeos su título: la muerte violenta de un minino. Todo un trauma para su dueño, Clinton Moisey, un tipo excéntrico aquejado de un peterpanismo tan irritante (Franz Kranz, uno de los actores del Joss Whedon pre-Los Vengadores, de Dollhouse a La cabaña del bosque) que uno desearía que en vez del gato el asesino hubiera apuntado al corazón del propietario. Pero esa actitud odiosa del personaje, en la tradición de otros antipáticos ilustres del indie americano como Napoleon Dynamite -aunque aquí probablemente lo sea demasiado-, le sirve a Gillian Greene, novel cineasta y esposa de Sam Raimi productor de la cinta, para proponer una vuelta de tuerca al relato de iniciación (tardío) con una trama whodunit con menos gracia, eso sí, de lo que pretendía.

Kranz se mira en detectives atípicos como el Jonathan Ames de Bored to Death (Jason Schwartzman) o en la hipocondría cómica de Woody Allen para construir un personaje que a todas luces acaba contagiado de los peores tics de sus referentes así como de los propios. Ni siquiera el buen hacer de Nikki Reed y de veteranos como J. K. Simmons y Greg Kinnear (en unas interpretaciones también rozando la hilaridad mal entendida) consiguen que este ajusticiamiento animal quede justificado ante tanto despliegue gratuito de rodeos narrativos y malos diálogos. El felino no es lo único sin vida, finalmente, en este trabajo que carece, claro y meridiano, de buenas ideas.

A favor: La inocente actitud de la propuesta es, como poco, sorprendente.

En contra: Su poca habilidad para provocar risas.