Críticas
3,5
Buena
El fiel

Vivir sin (tu) aliento

por Marcos Gandía

Cuando Jean-Paul Belmondo y Jean Seberg descubrieron/inventaron la nouvelle vague a toda velocidad por las calles de París estaban señalando ya el camino para que todas las demás historias de amor fou se situaran al margen de la ley. De la ley que no es la de los sentimientos y la del corazón, y sí la de forajidos románticos pisando a fondo hacia el crepúsculo, hacia la inmortalidad al lado de su amada o amado.

Al final de la escapada (el título en castellano de À bout de soufflé ya marcaba ese fatalismo del buen romanticismo) y lo planteado por Godard se podía entender también como un thriller, como una serie negra que se ponía de rodillas con mitómana capacidad de deconstrucción ante Nicholas Ray o Fritz Lang. Si todo el polar posterior francés no es sino una reinterpretación, más acorde con los códigos genéricos literarios y cinematográficos, de esa road movie emocional, de esa huida (invoquemos al homónimo film de Sam Peckinpah, un referente de El fiel), la mirada posmoderna (que es de los años 70 del pasado siglo y no de Drive hace tres telediarios) solamente llenó esas historias de neones, coches, luces y música ambiental. 

El fiel, potente ejemplo de esa tradición francófona, sigue ese modelo de huida hacia delante, de amores imposibles y más allá de la vida, estilización formal y poesía. Es Al final de la escapada y es un Solo se vive una vez envueltas en las luces urbanas de las obras maestras criminales de Walter Hill. Es ante todo una corredora de carreras a la que la vida se le queda corta y un ex presidiario que sabe que no hay ninguna oportunidad, que las segundas oportunidades no están al alcance de los perdedores.

Es verdad que El fiel se entretiene en el melodrama con riesgo de lacrimogénesis aguda en su tramo final, pero ama tanto a sus personajes (y la pareja protagonista ayuda lo suyo) que no termina por molestar. Antes de eso, la película vuelve a descubrirnos, más allá de su estilo que podría caer en el postureo yermo, que la esencia del thriller está en el corazón de sus antihéroes conduciendo un coche hacia no se sabe dónde.

A favor: El ardiente romanticismo casi minimalista que desprende.

En contra: Ese giro melodramático algo facilón.