El chico de oro
por Xavi Sánchez PonsSiguiendo los pasos de otros actores franceses metidos a directores, como es el caso de Guillaume Canet y Agnès Jaoui, por poner dos ejemplos, Jalil Lespert, protagonista, entre otras, de Recursos Humanos de Laurent Cantet, debuta tras las cámaras con un ambicioso biopic de un símbolo del mundo de la moda francesa. Yves Saint Laurent bascula entre el clasicismo y la modernidad, un filme biográfico que se aproxima al género desde diferentes ángulos pero con un leiv-motiv claro, la historia de amor de Saint Laurent con Pierre Berger, socio, amigo y amante. A ratos desigual, se le ven las costuras –estamos delante de una ópera prima-, el debut de Lespert entrega más de una secuencia a retener.
La película recorre un periodo determinado de la vida del modista francés, entre 1957 y 1976, y resume, a veces de forma muy rápida y difícil de asimilar, los altos y bajos de un personaje inestable y neurótico. Ahí radica uno de los puntos fuertes de la película; en ningún momento Lespert dulcifica e idealiza el carácter de Saint Laurent, una persona con un talento genial pero muy inestable psicológicamente, con inseguridades y problemas de autoestima constantes. Lo que si idealiza, y hasta sacraliza Lespert, de forma inteligente y, a veces, hasta casi hipnótica, son los desfiles (ojo con el que cierra el filme, bellísimo) donde el modista galo presenta sus nuevas colecciones, una especie de misas paganas a ritmo de música clásica; un ritual casi de tortura para el modista galo. Algo ejemplificado, esto último, en la magistral escena en la que Laurent mira su colección a través de un agujero del telón. Esa sacralización de la obra del francés es solo modificada una vez con una escena que retrata sus años más tumultuosos, al marcarse Lespert un Sofía Coppola y hacer sonar un tema de Chromatics, banda actual, en una de los desfiles-presentación. Otro tema que no es tabú en este biopic es la homosexualidad del protagonista, presentada sin tapujos ni medias tintas, de forma explícita y frontal, insinuada ya en los primeros minutos del filme.
Frente a los aciertos de esta ópera prima, es de justicia reconocer que no todo funciona como debería. La película se beneficia de un elegante scope, pero Lespert cae a ratos en una peligrosa pomposidad y sofisticación de la puesta en escena que le acerca al mundo de la publicidad. Yves Saint Laurent también se resiente de una excesiva frialdad, un mal endémico del cine francés, siempre más intelectual que emocional. Con todo, se trata de un prometedor debut de un actor metido a cineasta.
A favor: todo el reparto, espléndido
En contra: la excesiva frialdad de algunos tramos