Sangre adolescente
por Gerard CasauVampire Academy tiene el dudoso honor de poseer uno de los peores inicios que veremos esta temporada: Sin apenas tiempo de apreciar los primeros compases del “Bad Girls” de M.I.A., el espectador se verá envuelto en un mortal accidente de tráfico (visualizado en dos flashes) y, a continuación, conocerá la situación de la princesa vampiro Lissa Dragomir y su guardiana semi-humana Rose Hathaway, fugadas de una estricta academia vampírica a la que no tardarán en regresar forzosamente. Atropellado y expositivo, este empalme de escenas casi parece una apuesta entre los hermanos Daniel y Mark Waters (guionista y director, respectivamente) para ver si son capaces de concentrar en menos de cinco minutos el background de la saga novelesca escrita por Richelle Mead.
El frenesí narrativo no decae en los 104 minutos que dura el filme y, paradójicamente, es esa velocidad absurda (demasiado irreflexiva para ser considerada como “ritmo”) lo que le da un brío pegadizo. En Vampire Academy no hay tiempo para las escenas de transición, ni para una pausa que profundice en la psicología de las protagonistas. A la película solamente se le permite ametrallar al público con escenas de acción, prestidigitación fantástica y gamberradas estudiantiles destinadas a remarcar que nos estamos moviendo en un entorno de cainismo adolescente, con sus envidias y complejos. Quizás así, moviéndose tan rápido, pasemos por alto unos efectos especiales de feria y la desalmada condición de la película, que cruza el entorno académico de Harry Potter con el teen angst chupasangres de Crepúsculo, esperando servir como plataforma de actores y actrices jóvenes y bellos.
Presionados para entregar un producto mínimamente eficaz con que iniciar una franquicia, los hermanos Waters no han debido contar con mucho margen para aplicar a la película el barniz acido y juguetón de Chicas malas y Escuela de jóvenes asesinos, sus anteriores aproximaciones al mundo joven. Con todo, director y guionista disfrutan combatiendo el régimen moral de la academia, y proponen un peculiar ménage à trois hemoglobínico y mágico en el que la princesa Lissa succiona la sangre de su amiga (y súbdita) Rachel, con el fin de fortalecer sus poderes y curar a su amado. Se trata, con toda seguridad, del único apunte levemente perturbador de un producto con más costuras que alma.
A favor: Se ve con la misma despreocupación con la que uno se toma un granizado.
En contra: la desnutrida versión de “Bela Lugosi's Dead” que Chvrches perpetran en los créditos finales.