Críticas
4,0
Muy buena
Passengers

Perdidos en el espacio

por Israel Paredes

Si el salto del director Morten Tyldum entre Headhunters (2011) y The Imitation Game (2014), pudo parecer ambicioso, el que establece ahora con Passengers, lo es todavía más. El director noruego siempre ha mostrado un interés particular por el thriller, por jugar con el suspense, en cada película –incluida Ángeles caídos, de 2008-, de una forma diferente.

Passengers parte de una premisa de ciencia ficción con un doble elemento de suspense que afecta a los personajes en dos sentidos, y que Tyldum usa para construir su historia y, ante todo, para definir el desarrollo emocional de ambos personajes, Aurora (Jennifer Lawrence) y Jim (Chris Pratt), únicos ocupantes de una nave que se dirige de la Tierra hacia una colonia en un viaje intergaláctico y que despiertan noventa años antes de lo esperado, situación que, en un primer momento, les hace prever que morirán en esa nave antes de llegar a destino. Pero algo hará que la situación se complique incluso más.

Tyldum introduce el suspense alrededor de la nave desde las primeras imágenes para que vaya desarrollándose hasta su eclosión, con un ritmo magnífico, centrándose, de manera paralela, primero, en Jim, después, en él y en Aurora, creando un relato cotidiano en el interior de la nave que deriva en una historia de amor, en la que aparece ese otro suspense en la historia y que presenta un trazo que, podríamos decir, posee una forma clásica, casi inocente, en su construcción, a pesar que bajo las apariencias haya bastante más de lo que a primera vista puede parecer.

El director se lanza al vacío para que los contornos de la ciencia ficción sean simplemente eso, unos contornos en los que desarrollar la historia de Jim y Aurora, estableciendo para ello una cotidianidad que nos resulta familiar, aunque acontezca en la nave. Él representa al americano medio, ella a la de clase media, y su relación romántica pasa por todo tipo de fases, como si Passengers contuviera en su interior varios relatos alrededor de su relación. Siempre en el límite, Tyldum saca hacia delante la película de manera, creemos, muy notable, gracias a que presenta una puesta en escena muy medida, con momentos realmente elaborados en cuanto a los efectos especiales, de una gran elegancia formal que da como resultado unas imágenes de gran belleza, limpias, en las que surge un claro contraste entre ese interior de la nave que termina por convertirse en un espacio reconocible, casi cotidiano, con el exterior, con el espacio.

Passengers posee una apariencia caótica, pero, en realidad, está medida de principio a fin. Es posible que quien espere una aventura espacial con acción continuada quede decepcionado, pero lo cierto es que Tyldum la concibe desde lo personal, desde lo íntimo. Por supuesto, no reniega de la espectacularidad, pero lo hace dosificando el tono, cambiando de registro, situando al espectador en una esfera de confort para, poco después, sacarlo de ahí. Y así continuamente. Debido a un elemento argumental que no se debe revelar, hay quien encuentra Passengers éticamente cuestionable. Y sin embargo, en realidad, todo resulta comprensible y aceptable dentro de su construcción dramática.

Posee momentos de gran cine, con un sentido de la emoción que quizá pueda resultar, para la sensibilidad actual, de otra época. Porque apuesta por una épica que va desde el interior de los personajes hacia fuera, mostrando una creencia ciega en la posibilidad de un relato de este corte. Y se atreve, a su vez, a cerrar la película con una elipsis tan arriesgada que se mueve, como todo en la película, en el límite en su intenta de adaptar elementos de varios géneros cohesionando todos ellos para, finalmente, entregar una más que valiente obra que expone todos sus elementos de manera abierta y retrotrae, en diferentes modos, un sentido de gran cine que en ocasiones parece haberse perdido.

Lo mejor: Pratt y Lawrence, la elegante puesta en escena de Tyldum y su sentido de cine clásico.

Lo peor: Lo fácil que pone las cosas para desmontarla.