Críticas
3,5
Buena
Retratos de familia

Crisis financiera, crisis doméstica

por Israel Paredes

El debutante Anthony Chen ha partido de sus recuerdos de infancia a finales de los noventa para escribir y dirigir Retratos de familia, película de corte intimista que gira alrededor de una familia de clase media que durante la crisis financiera asiática de aquella década ve cómo el mundo que había creado, tanto en el interior del hogar como fuera de él, se desploma.

Así, una familia en apariencia sólida en sus cimientos, tanto internos como externos, sucumbe. Por un lado porque el padre pierde su trabajo, y aunque intenta mantener la apariencia de que no ha sido así, la economía familiar se resiente considerablemente. Por otro lado, asistimos a otra crisis, derivada de la anterior en su desarrollo pero cuyo comienzo se sitúa en otro lado: Jiale, el hijo del matrimonio, es un niño insoportable y problemático. Para controlarlo contratan a Teresa, una mujer filipina emigrada a Singapur en busca de trabajo. Poco a poco irá no sólo controlando al niño, sino también creando unos lazos emocionales con él –y poco después con el padre- que supondrán un conflicto interno en el núcleo familiar.

Chen crea una película en la que dos crisis, interna y externa, se retroalimentan para acabar siendo una sola. Y lo hace mediante un relato medido e íntimo que aunque desarrollado en un tiempo y en un espacio concreto posee resonancias demasiado cercanas y generales. En parte no se debe tan sólo a cuestiones argumentales, sino también a que Chen ha partido formalmente de una unión entre el mejor cine asiático y una clara mirada al cine independiente, sobre todo aquel de la década en la que se desarrolla la película que sirve para contextualizar la acción de manera formal. La combinación produce unas texturas que son muy cercanas, muy reconocibles, pero no por ello Chen quiere que nos sintamos en territorio conocido y, por tanto, reconfortante. Sin salidas de tono y con una cierta madurez cinematográfica –traducida en el ritmo pausado y atento a los detalles, en la combinación de planos, en los elegantes movimientos de cámara-, el cineasta impide que sintamos por los personajes empatía alguna. Marca una clara distancia con respecto a ellos, nos permite acercarnos lo suficiente para conocer su evolución, sus variaciones, pero nunca lo suficiente.

Por otro lado, Retratos de familia posee una fotografía que tiene algo de fantasmal. Aunque el tono de la película sea realista, Chen parece querer crear una atmósfera etérea que parece diluir los cuerpos de los actores, perfecta representación de la descomposición de la familia, cuya paupérrima situación va agravándose cada vez más y más. Como si fuera, finalmente, a desaparecer.

Una película sobre una doble crisis orquestada con aparente sencillez para hablar de una crisis financiera global a través de un relato personal y familiar. Y aunque la película se desarrolla en un contexto y en una época que nos parecen ya algo lejanas, lo cierto es que posee una universalidad difícil de ignorar. Hay en la película de Chen una doble idea también, la de hablar sobre algo que pasó pero que a su vez está pasando. Los contornos pueden ser diferentes, pero las situaciones iguales. Y a pesar de que al final evita a toda costa, y lo consigue, introducir la película en el terreno del drama más duro, es imposible no terminar de ver Retratos de familia con una sensación incómoda, porque aunque no busca en ningún momento ser efectista, todo resulta lo suficientemente trágico como para no sentir que aquello que hemos visto es, en realidad, una historia demasiado extendida.

Lo mejor: El trabajo visual de Chen, la combinación entre realismo y fantasmagoría.

Lo peor: Que en varios momentos se hace demasiado evidente sus referentes cinematográficos.