Confidencias cubanas
por Carlos ReviriegoNo es la primera vez que Laurent Cantet trabaja en un espacio donde encierra a sus personajes. Ya lo hizo en la extraordinaria La clase, Palma de Oro de Cannes en 2007, que transcurría prácticamente entera “entre los muros” (título original del filme) del aula donde se disputaba la dialéctica profesor-alumnos del film. Esta vez, el director galo, después de filmar en Canadá Foxfire, película que pasó injustamente desapercibida, ha viajado a Cuba para poner en escena un poderoso y relevante guion, escrito en colaboración con el novelista cubano Leonardo Padura (supervisor de las historias cortas que formaron parte del ómnibus 7 días en la Habana, en el que Cantet firmaba una de las piezas), que transcurre prácticamente íntegro en una azotea de La Habana.
Con motivo de su regreso de España tras 16 años en el exilio, el escritor Amadeo (Néstor Jiménez) reúne en su casa a sus cuatro amigos de juventud, interpretados con extraordinaria verdad por Jorge Perugorría, Isabel Santos, Fernando Hechevarría y el debutante Pedro Julio Díaz Ferrán. Mientras anochece y hasta el amanecer, hablan de sus recuerdos, de la fe que tenían en el futuro, los dramas del exilio, la lucha por la supervivencia económica, los enmascaramientos y traciones ideológicas… es decir, de todas esas derrotas espirituales que forman el ADN de la experiencia colectiva de una nación, y unos individuos, que ha vivido durante décadas bajo el régimen castrista, y que solo ahora empieza a recuperar el tiempo perdido.
Regreso a Ítaca pone el foco en los dramas personales para alumbrar el drama colectivo, y que se sustenta en un dispositivo casi teatral –un recital de intepretaciones y diálogos de gran naturalismo– que no oculta su vertiente pedagógica. El “encierro” de los personjes en una azotea en el centro de la ciudad, desde la que puede contemplarse el Malecón, los techos de los edificios y las calles, así como la actividad de la capital cubana, surge como una inevitable metáfora en torno al tímido “aperturismo” que experimenta el país, donde de hecho se ha podido rodar esta película sin niguna clase de censura o intervención administrativa. Así, el filme acierta a la hora de plasmar un estado de ánimo, el de la Cuba actual, que bascula entre la rabia y el entusiasmo, la melancolía y la esperanza, el desencanto y la ilusión.
Lo mejor: Los actores, todos prodigiosos.
Lo peor: El carácter explicativo de algunas escenas que caen en la redundancia y el desenlace, innecesariamente sensacionalista.