El mito de la vieja Europa
por Carlos ReviriegoLas poéticas del western pueden adoptar múltiples formas. El cineasta galo David Oelhoffen sustituye las montañas Rocosas por la cordillera del Atlas y sus paisajes desérticos para narrar la huida de dos seres apátridas, forasteros cruzando el desierto que podrían ser parientes fílmicos de las criaturas errantes de Sam Peckinpah. Y sustituye también el mito americano de la conquista del Oeste por el mito europeo del postcolonialismo en su adaptacón del hermoso, breve relato El huésped, de Albert Camus, en el que el escritor galo trazaba una historia de humanismo en el contexto de la guerra argelina, apostando por el honor y la dignidad de las víctimas. Oelhoffen también ha añadido al guion algunas ideas y fragmentos de las crónicas periodísticas de Camus como corresponsal en Argelia.
Al maestro de un pequeño pueblo argelino, Dary (Vigo Mortenssen), un exmilitar francés, le confían un prisionero árabe, Mohamed (Reda Kateb), al que ni quiere custodiar ni quiere entregar. A partir de silencios y miradas elocuentes, en el que la palabra apenas tiene cabida, el filme va construyendo una seca aunque finalmente emotiva historia de estrecha fraternidad. En su huida, Daru y Mohamed se embarcan en una travesía sin marcha atrás, perseguidos por las tropas que reclaman venganza. El sudor, el polvo, la sangre y las lágrimas imprimen un alto calibre de fisicidad al viaje a pie de estos personajes atrapados en un limbo identitario: ninguno de los dos se siente cómodo en un país dividido cultural y políticamente. De tal modo, las colisiones entre las leyes del viejo y nuevo mundo tan propias del western clásico encuentran su lugar en el modo en que ambos personajes desafían su propias normas culturales.
Oelhoffen, en su segundo largometraje, logra poner en forma las emociones en juego del relato a través de la geografía que envuelve a los personajes, manteniendo la suficiente distancia respecto a lo que filme como para huir de cualquier clase de sentimentalismo y artificio. La relación entre ambos protagonistas emerge de forma natural y genuina, sin aditamentos melodramáticos, focalizado en la contención de unas interpretaciones memorables y en la corriente épica que atraviesa una relación íntima, una crónica de subversión, coraje y superviviencia forjada en torno a la amistad. Con su desarrollo moroso y esencialmente parco, propulsado por la música siempre en tensión de Nick Cave y Warren Ellis, Lejos de los hombres acaba seduciéndonos por su capacidad para tratar un vergonzoso capítulo histórico silenciado por el cine y la sociedad francesas –el conflicto argelino–, y hacerlo además con poética cinematográfica y lirismo humanista.
Lo mejor: La energía expresiva, desde la contención, de ambos protagonistas: Viggo Mortensen y Reda Kateb.
Lo peor: Una pequeña parada en el camino (y el relato) en un prostíbulo regentado por Ángela Molina.