Críticas
3,0
Entretenida
Transporter Legacy

Perder (aceite) es cuestión de método

por Suso Aira

Como fan de la trilogía Transporter y de los pocos que no tienen ningún reparo en afirmar que siguen la teleserie surgida como ampliación/redefinición de ésta (Nota: también daba la cara hace años diciendo que no me perdía un episodio de Los Inmortales: La Serie), no he ido de uñas ante esta cuarta entrega que ya prescinde de Jason Statham (como lo de la TV) y presenta a un nuevo conductor en un vehículo que funciona como reboot o como insólita autoparodia. La maquinaria de producción sigue igual que siempre, los especialistas y cascadeurs van a lo suyo con oficio y la nueva incorporación en la dirección no molesta (tampoco innova nada, eso es verdad).

El guión vuelve a ser una mera excusa para hilvanar tópicos y que aparezcan villanos de videojuego y un catálogo de vampiresas ligeras de ropa. Con eso tampoco ningún problema, hasta puedo agradecer y sonreír con algunos pequeños extras para los transporterófilos de pro: Ray Stevenson ejerciendo de padre, esos apuntes sobre la condición cuasi mitológica de ser un transporter, la presentación muy cómplice e irónica del nuevo, hierático, héroe… Y he aquí el que podría ser, (bueno, de hecho es) problema de Transporter. Legacy: el sustituto de Statham. Si es cierto, es evidente, que Ed Skrein (de Juego de tronos viene el muchacho… y de un gimnasio parece que también) no le llega a la suela de los zapatos a Jason Statham, también lo es que (no sé si de forma premeditada o completamente involuntaria) su (re)encarnación de Frank Martin funciona (al menos a mí me ha funcionado… y a los amigotes que vinieron a verla conmigo) como una versión muy gayer del mito.

Desde que vemos a Martin/Skrein con esos labios pintaditos de rosa chillón, con ese rímel y esa carita que más que amenazadora es de ven conmigo a conducir la carroza de la Pride Parade, hay dos opciones: odiar la película o disfrutar con su carnavaleo drag. Servidor optó por esto último, por aplaudir las (pocas) set pieces de acción, por recordar a Steve Reeves o Gordon Scott en péplums con mucha pluma cada vez que Ed Skrein enseña tableta y musculitos, y por valorar a este legado de Transporter (Refueled en el original, que suena como más mariquita) en su justa y loca medida. ¿Qué se pierde aquí más aceite que en una fuga en Koipe? ¡Pues bravo! También mola divertirse con los reboots gays de clásicos modernos del postureo viril…

A favor: si le pillas el punto divertido te lo pasarás teta.

En contra: Sí, es de un ridículo de campeonato.