A favor del universo cinemático Vázquez
por Alejandro G.CalvoLa imagen no podía resultar más icónica: Anacleto –envejecido con las canas de Imanol Arias, al fin y al cabo el personaje fue creado en los 60-,aparece en los títulos de arranque del film andando por el desierto –se le rompe el coche; sólo faltaría que apareciese el oasis alucinatorio tan habitual en las viñetas de Vázquez-, cigarrillo en boca y calado en un smoking perfectamente planchado, visitando una prisión de alta seguridad escondida entre las dunas del desierto (presuponemos) del Gobi. Referencia sobre referencia: de Vázquez, perdón, del Gran Vázquez (sic transit gloria mundi) a Superagente 86 (la serie, obviamente) y, si tiro porque me toca, también nos vamos a las viñetas más locuelas de Ibáñez, al birlibirloque operandi del Inspector Gadget, a los tiros oblicuos y con gloriosa carambola de Agárralo como puedas y a la ilógica argumental (tan Tex Avery) que se podía ver en la deliciosamente zumbada Looney Tunes: De nuevo en acción.
El cómo ha conseguido Javier Ruiz Caldera filtrar todo ese background pop y proyectarlo como una película única en su especie, es básicamente debido a su desmesurado talento a la hora de manejar los elementos, ritmos y acciones básicas de la comedia fílmica. Para que nos entendamos, Caldera es a la comedia mainstream lo que Jaume Balagueró significó para el cine de terror a principios de siglo. Con un guión base trufado de chistes y recontra chistes de altura –obra del mismo tándem (más uno) que firmó la tronchante (y superior)Tres bodas de más- y una puesta en escena que desborda a la hora de acumular gags, se pueden decir dos cosas realmente buenas de Anacleto: Agente secreto: Lo primero, que es mucho más divertida que los propios cómics de Vázquez - la obra más divertida (y relevante) del dibujante catalán llegó tras dejar Bruguera; fue entonces cuando se hizo punk (metafóricamente) y hasta llegó a publicar una histórica historieta donde Anacleto y las hermanas Gilda se encamaban-; lo segundo, que en sus mejores momentos podría llegar a pasar por un Kingsman español. Lo cual, está claro, que es mucho.
En el apartado del “falta” nos tenemos que ir, indudablemente, a la parte en la que película se acerca más a los parámetros de la action movie. Porque lo cierto es que, excepto la secuencia en la masía –siempre funciona mucho mejor en off-, cada vez que Anacleto se pone a disparar o pelear, la película pierde tanto gancho como credibilidad –normal que la penúltima secuencia de la obra, sita en un parking barcelonés, se haga realmente larga-, más cerca de las peleas vistas en Torrente 4 (y es mi favorita) que de los exabruptos sanguinarios de Malavita (no preguntéis porque me ha venido la película de Besson a la cabeza).
Así, más cerca del Mortadelo y Filemón de Fesser (acción real) que del de Miguel Bardem, la película de Caldera se reivindica como la apropiación lógica del universo cinemático de Vázquez. De hecho, hasta deja las puertas abiertas a una secuela, algo que si repiten director y actores –qué bien funcionan en pantalla Quim Gutiérrez y Alexandra Jiménez-, contará de largo con mi dinero en taquilla.
A favor: No sé si quedarme con la comida familiar bañada en pentotal sódico o con la lectura del diario infantil de Adolfo.
En contra: Esa pelea en el mercado…