Críticas
3,0
Entretenida
Deber cumplido

El regreso

por Marcos Gandía

Muy mal entendida y malinterpretada, especialmente en España, en su momento, aquella muestra de falso patriotismo que se marcara Clint Eastwood titulada El francotirador se introducía, de una manera tan fría como potente en los mecanismos que convertían a una persona normal en un asesino al servicio de un país, de una patria. Todo el proceso interior e interiorizado del personaje protagonista interpretado por Bradley Cooper le llevaba al abismo con la sensación de no saber jamás que se está en él, a su lado o cayendo sin remedio en sus profundidades.

El guionista de la película de Eastwood debuta aquí, en Deber cumplido, partiendo asimismo de un material ajeno (una novela, pero con tientes autobiográficos) pero que el director hace suyo y lo conecta con la citada El francotirador a muchos niveles, el principal de ellos el que hace referencia a esa descripción de la Norteamérica contemporánea como un contradictorio altar de sacrificio, en nombre de la libertad, de toda una generación de jóvenes. Una escena de Deber cumplido es en este sentido idéntica a otra del film de Clint Eastwood: la visita de uno (porque aquí tenemos a tres soldados traumatizados por la guerra y no uno, aunque podrían ser uno solo en realidad) de los ex combatientes de regreso al hogar al hospital de veteranos. En ambas secuencias se hace un especial hincapié en comparar las heridas físicas (los mutilados) con las mentales (los afectados por el estrés postraumático), siendo los soldados sin brazos o piernas los más enteros a la hora de la verdad, los conscientes de la verdad. No hay en esos encuentros la más mínima tentación al amarillismo, lo lacrimógeno o lo morboso: el instante del soldado sin brazos sirviéndose una cerveza con una prótesis es un pequeño prodigio de contención y de emotividad, amén de un homenaje al Harold Russell de Los mejores años de nuestra vida.

Deber cumplido nos recuerda que no hay mejores años, que la guerra lo destruye todo y que los regresos al hogar (ese otro frente, especialmente si la burocracia es la protagonista) son la guinda a las pesadillas y los traumas. Tal vez el balance entre las tres historias que forman el cuerpo dramático de la película no acabe de estar conseguido (la del maorí es la más floja), pero a pesar de ello y de un cierto abuso de los flashbacks y las pesadillas recurrentes, hay en ella un poso de autenticidad y de respeto (que quizás algunos vuelvan a confundir con discurso patrioteril o promilitar) que ya casi no se ve. 

A favor: El interiorizado y estupendo trabajo de Miles Teller

En contra: La necesidad de enseñar una guerra cuando no hacía en realidad falta.