Críticas
4,0
Muy buena
Mommy

Dolan anyway

por Violeta Kovacsics

La simplicidad nunca ha sido el fuerte de Xavier Dolan, más dado a llevar el gusto por la estética al extremo y a relatar historias en torno a sentimientos desbocados. Sin embargo, hay algún momento en Mommy en el que la puesta en escena del director quebequense se despliega desde una tremenda desnudez. Pienso especialmente en la presentación de la relación que se establece entre el triángulo protagonista, una madre y su hijo adolescente y la vecina de enfrente. Alejado del gusto por ralentizar y embellecer las imágenes del que suele hacer gala, en esta ocasión Dolan se arma de una herramienta tan clásica como efectiva: plano contraplano, de un lado al otro de la calle. De manera simple y concreta, la conexión entre las dos familias queda perfectamente definida.

En el fondo, en estos instantes de sencillez podemos encontrar el porqué de una cierta madurez (por llamar de alguna manera a la depuración de rasgos, tanto formales como de relato, que encontramos en Mommy). Si Laurence Anyways, una de sus anteriores películas, se expandía a través de toda una década y de idas y venidas sentimentales; Mommy acota su radio de acción a la vez que reduce el ancho del cuadro. En Mommy, el plano es cuadrado, más cercano a una fotografía de Instagram que a la pantalla de cine (o la medida de 4:3 de las televisiones tradicionales y de Laurence Anyways). El plano pasa a ser centrípeto, opresivo; de hecho, Dolan ensancha el cuadro en los momentos de alegría. Si el plano aprisiona, lo que discurre en él es una explosión tanto estética como emocional. Dolan salpica la película de música, juega con la velocidad de la imagen y con el color. Los personajes gritan, en un francés estridente, que por momentos parece un idioma asiático. Y los sentimientos, contrariamente al plano, se expanden y afloran.

A favor: Como el alarde estético culmina en la emoción.

En contra: El empeño de Dolan en abrir demasiados frentes.