La jungla de asfalto
por Gerard Casau¡Paren máquinas! En su última producción, Disney se atreve con los desnudos... de animales. Una descocada exhibición de pelos, plumas y piel de elefante que resulta escandaloso únicamente para Judy, la conejita agente de policía a quien las pistas de su primer caso acaban llevando hasta un hippioso club naturista. Su rubor no hace sino subrayar de manera hilarante el disparate que supone ver animales perfectamente trajeados, y con el cual el cine de animación nos ha hecho comulgar en infinidad de ocasiones.
De algún modo, este gag, uno de los más logrados de Zootrópolis, viene a certificar de manera definitiva la toma de conciencia, por parte del todopoderoso estudio, de que las películas "de dibujos" (o, para el caso, de píxels) tienen público más allá del target infantil. Y es que, aunque el filme no escapa del mensaje positivista (la diminuta protagonista encuentra su sitio en la gran ciudad porque todo el mundo puede llegar a ser lo que se proponga; bajo su apariencia taimada, el zorro esconde un espíritu noble), la visión que imponen los guionistas Jared Bush y Phil Johnston y los directores Byron Howard y Rich Moore (este último, bregado en Los Simpson y Futurama) acaba dando un significativo relieve a la vertiente de buddy movie que posee la historia, en la que ni siquiera resulta necesario introducir un componente romántico.
Las pesquisas detectivescas de la trama avanzan a un ritmo trepidante, transportándonos de una punta a otra de la gran metrópolis que da títulos al filme (y cuya variada arquitectura y climatología da más juego que el rutinario diseño de los personajes; exquisitamente animados, eso sí), mientras subterráneamente despliega una idea no precisamente novedosa pero siempre interesante: la de la conspiración que construye una amenaza mayor (aquí, el regreso de los depredadores a su estado salvaje, agresivo y voraz, que pone en peligro la convivencia entre especies) en aras de conseguir un fin teóricamente benigno pero completamente errado.
Pero si por algo merece ser recordada Zootrópolis es por aquellos momentos en que su sentido del humor funciona a distintos niveles, con una eficacia que los guiños referenciales de Shrek y compañía nunca lograron cuajar. Véase, por ejemplo, la escena en que los protagonistas deben visitar una oficina de tráfico operada por perezosos, y en la cual la comicidad no se desprende solamente de la puya a la exasperante y proverbial parsimonia de los funcionarios, sino sobre todo al choque de velocidades y ritmos vitales que se establece entre los personajes.
A favor: la tronchante secuencia en la oficina de tráfico.
En contra: el diseño de los personajes podría ser un poco más imaginativo