Críticas
3,5
Buena
Ida

Desenterrar el propio pasado

por Eulàlia Iglesias

La colaboración por parte de muchos polacos católicos en el exterminio de sus compatriotas judíos durante la Segunda Guerra Mundial es un tema tan conocido como poco abordado por el cine de su país. Con excepciones como la reciente In Darkness (2011), donde Agnieszka Holland apunta de forma clara, aunque sin derramar demasiada sangre, al antisemitismo inherente en el polaco medio.

El director Pawel Pawlikowski, nacido en Varsovia pero instalado hace años en Gran Bretaña, aborda este espinoso tema en su nuevo largometraje, el primero ambientado en la tierra de sus padres, i situado en la década de los sesenta. La protagonista de Ida es una joven novicia (Agata Trzebuchowska) que cree llamarse Anna. Ha crecido en el convento que la acogió cuando alguien, en plena guerra, la dejó abandonada siendo un bebé. A punto de tomar los votos, la madre superiora obliga a Ana a visitar a su único familiar vivo, su tía Wanda (Agata Kulesza). Es ella quien le comunica a Ana que su nombre real es Ida Lebenstein y que sus padres eran una joven pareja judía que desapareció durante la ocupación nazi.

Ida y Wanda no pueden ser más diferentes. Ida es joven, religiosa, discreta y reservada. Wanda es una veterana fiscal comunista venida a menos profesionalmente que en sus años de gloria había conseguido condenar a muerte a muchos “enemigos del pueblo”. Bebe demasiado, habla sin tapujos y algún tipo de rencor la reconcome. Ambas emprenden un viaje a la Polonia profunda para recuperar su pasado, oculto bajo el silencio de la historia oficial.

Ida se sitúa en las antípodas de un film con el que a priori guardaría más de una concomitancia (dos personas opuestas en busca de un episodio del pasado familiar de cuya sustracción es responsable en parte el catolicismo...), Philomena de Stephen Frears. Mientras la película británica se agarra al humor fácil por el choque de contrarios y a la catarsis sentimental, el film polaco opta por una puesta en escena sobria y ascética que remite al cine de aquellos años en el uso del blanco y negro, y en el empleo del formato académico. Y adopta un tono contenido incluso en los momentos más dolorosos de la historia.

Como en anteriores films de Pawlikowski, los muy reivindicables Last Resort (2000) y Summer of Love (2004), Ida también esboza un sensible retrato de  mujeres que en este caso representan al mismo tiempo dos maneras de afrontar el pasado y el presente. Wanda encarna el desencanto y el rencor de quien confió en el socialismo como el sistema para reequilibrar la balanza tras la represión vivida por judíos y resistentes a la ocupación nazi. Ida, en cambio,  personifica una juventud encerrada tras el muro de silencio que ha levantado el catolicismo para evitarle todo contacto con la realidad de su país y la suya propia. La película nos muestra su progresiva aproximación a un mundo con dolorosos secretos enterrados pero que ofrece también rincones de calidez donde suena la música de John Coltrane.

A favor: La evolución del personaje de Ida, poco previsible y no sujeta a las conveniencias dramáticas.

En contra: Que no exista ninguna segunda oportunidad para el personaje de Wanda.