Críticas
1,5
Mala
Tres mentiras

Vuelta al Franquismo

por Eulàlia Iglesias

Películas como Las hermanas de la Magdalena (Peter Mullan, 2002) y Philomena (Stephen Frears, 2013) consiguieron, con sus pros y contras, dar a conocer internacionalmente los casos de represión y violencia sistematizada hacia las jóvenes madres solteras en Irlanda, y el robo institucionalizado de niños. En España no existió una orden religiosa tan específicamente dedicada a “acoger” a las muchachas “descarriadas”. Lo que no significa que las mujeres embarazadas fuera del matrimonio no sufrieran un desprecio similar. Y que el caso de recién nacidos robados durante el franquismo se mantenga como otra de las grandes ignominias no resueltas del pasado reciente de nuestro país.

Tres mentiras pretende arrojar luz sobre este olvido recuperando desde la ficción un suceso real que tuvo lugar en el País Vasco. El primer largometraje de Ana Murugarren narra las investigaciones que lleva a cabo Violeta (Nora Navas) para descubrir sus orígenes después de que su madre moribunda le confiese que fue adoptada en extrañas circunstancias. Las pesquisas de Violeta en el presente se entrelazan con los flashbacks que recuperan la historia de su joven madre biológica, encerrada junto a otras chicas en un piso tutelado por una monja del que no se le permite salir hasta que haya dado a luz a su bebé, que será entregado a otra familia.

Murugarren intenta combinar el drama personal de las protagonistas con la tensión propia de un thriller. Violeta cuenta con la ayuda de un par de policías que siguen el caso denunciado. Los saltos entre pasado y presente acaban trazando una línea continua entre la represión de entonces y el silencio de ahora: en el film queda claro que el robo de niños se llevó a cabo con la connivencia, no solo de la iglesia, sino también de ciertas autoridades franquistas que siguen mandando en instituciones como las judiciales.

Efectivamente, el discurso del film resulta transparente. Entre otras cosas, porque la narración está puesta al servicio de articularlo de una forma tan evidente como tosca. Tres mentiras sufre de esa enfermedad que parecía superada en el cine español: la recreación histórica cutre, simplista y supuestamente realista en pro de una causa. El problema se agrava porque las secuencias que se desarrollan en el presente están trazadas de manera igualmente burda. Duele ver cómo Nora Navas se esfuerza para representar a una mujer liberada y desenvuelta.

A favor: la sobriedad con que se soluciona el encuentro final.

En contra: En la primer parte del film, Nora Navas no puede estar peor.