Lecciones de corrección
por Paula Arantzazu RuizCon El coro el director François Girard regresa al terreno del cine que se busca en la música clásica después de obras como Sinfonía en soledad: un retrato de Glenn Gould (1995) y El violín rojo (1998), aunque en esta cinta protagonizada por Dustin Hoffman lo cierto es que se acerca más a los relatos de superación personal que a una película marcada por las partituras como sí sucedía en las dos anteriores.
Parece que pocos son los que pueden resistirse a una buena historia de niño con talento frustrado por una vida sin oportunidades y ahí están tanto Los chicos del coro, dirigida por Christophe Barratier, como Billy Elliot, de Stephen Daldry, o la más reciente Whiplash, de Damien Chazelle. En el caso de El coro, no obstante, las marcas del subgénero lastran bastante a la película y a sus imágenes, haciéndola previsible, algo rutinaria. Y es que desde el minuto uno ya sabemos todo lo que va a sucederle al protagonista, Stet, un chico rebelde y sin horizonte, al que las jugadas del destino le hacen recalar en una escuela de canto para niños de voz prístina pero poco generosos de corazón. En esa escuela acabará aprendiendo el valor del esfuerzo y la disciplina de la mano de un Hoffman en el papel de un maestro primero reticente y luego entregado a la causa.
Nada, así pues, desencaja en esta cinta afinada para gustar a todos los públicos, pero tampoco nada impresiona de ella e incluso los números de la coral de niños quedan algo apagados ante el poco riesgo creativo de la película. Algo más de allegro no le hubiera ido mal.
A favor: Dustin Hoffman llenando el plano con sus apariciones.
En contra: Es tan correcta como una misa dominical.