Críticas
4,0
Muy buena
La canción del mar

Magia a la luz de la luna

por Suso Aira

Cuando se estrenó la preciosa y preciosista El secreto del Libro de Kells hará unos seis años, todos quedamos deslumbrados por el poderío visual y conceptual que su autor, el animador (y narrador de historias, no olvidemos esto) Tomm Moore demostraba en ella. Sin alzar la voz, con una querencia por el detalle puntillista que le emparentaba con los amanuenses de mil y un códices clásicos, este animador irlandés le devolvía a la animación algo que la tecnificación parecía haber dejado de lado: el alma trazada como una línea pintada, dibujada, no diseñada por una computadora.

La mano (las manos) de los artesanales autores de La canción del mar se nota en cada dibujo, en cada gesto de los personajes y en cada pincelada que pinta los escenarios mágicos de su mágica narración. Se puede sentir el pulso del dibujante, y si se siente su pulso se sienten los latidos del corazón. Es esta una película hecha con el corazón y con una inocencia que no escatima alguna que otra sombra. Citar sus referentes artísticos (presentes sin que eso signifique un vano gesto de pedantería) nos llevaría muchas líneas, digamos que Gustav Klimt convive en maravillosa armonía con toda la escuela centroeuropea de la animación, con las ilustraciones de Amélie Fléchais e incluso con ese hoy olvidado hacedor de fantasías y cuentos en dibujos animados que fuera (que es) el francés Jean Image. Y Hayao Miyazaki, por supuesto. Hay mucho, obviamente (coincidencias argumentales) del maestro nipón en el trabajo delicado de Tomm Moore: estas selkies no andan muy alejadas de la Ponyo japonesa, y la relación que se establece entre los protagonistas alcanza niveles de empatía y emotividad cercanos al de la magistral Mi vecino Totoro (1988). Aunque lo que más le ha llenado a este descreído crítico no ha sido su belleza formal (querría decorar mi vida con esta paleta de colores y en estos escenarios), sino la manera en la que toma las leyendas folclóricas mágicas irlandesas para hablar de la madurez, del fin de la infancia y del eterno choque entre la dura realidad y todo ese universo de las maravillas que irremediablemente parece destinado a desaparecer si no mantenemos la imaginación a tope y el corazón puro. Si La leyenda de la isla de las focas de John Sayles fuera una miniatura pintada en algún incunable infantil, con toda seguridad sería La canción del mar.

A favor: No se puede hacer una película más bonita que esta.

En contra: ¿Demasiado artie (en el buen sentido) para un público infantil?