Críticas
2,0
Pasable
Diré tu nombre

Pseudo-humanitarismo

por Paula Arantzazu Ruiz

A lo largo de la década de los 90, Sean Penn dirigió un par de películas con guión propio que le posicionaron a ojos de la crítica en un espacio singular. Fueron años de bonanza profesional y creativa para Penn, que tan pronto se transformaba actoralmente en trabajos como Atrapado por su pasado (Brian De Palma, 1993) como se atrevía a poner bajos sus órdenes a un tótem como Jack Nicholson en un par de thrillers algo más que correctos, Cruzando la oscuridad (1995) y El juramento (2001); un buen momento que poco después quedó confirmado por su poética aportación al trabajo colectivo 11'09''01, sobre los atentados del 11 de septiembre en el World Trace Center neoyorquino, y otras tantas interpretaciones que le colocaron en el top de ese Hollywood que aspiraba a ser tan comprometido en sus causas como glamuroso en la alfombra roja.

Algo de eso, en su peor versión, anida en Diré tu nombre, su última película después de un hiato de casi diez años tras Hacia rutas salvajes (2007). De hecho, este nuevo filme pretende poner en escena las contradicciones del sector de la ayuda humanitaria vehiculándolas a través del romance que viven sus protagonistas, Javier Bardem y Charlize Theron, un medico todoterreno y seductor, y una doctora también hija del fundador de una ONG, ambos trabajando en la guerra de Liberia de 2003. No es la primera vez que el cine ha intentado acercarse al sector de las organizaciones humanitarias operando en territorios de conflicto (Fernando León de Aranoa, por ejemplo, estrenaba en 2015 Un día perfecto, sobre un grupo de cooperantes en plena guerra de los Balcanes), ni la primera vez que un escenario bélico sirve como telón de fondo de una historia de amor, pero es probable que estemos delante del relato que con menos brío hilvana este tipo de material de ficción. Y no cabe duda de que el único responsable del cacofónico resultado de Diré tu nombre es Sean Penn. Ni tan siquiera Erin Dignam, el perpetrador del guión. Sólo y únicamente Penn. Disperso, indeciso e incoherente, el gran desliz de la estrella no es tanto el regodearse en un guión de un romanticismo bobo armado de diálogos grandilocuentes y a la vez vacíos, sino su muy cuestionable acercamiento al drama de África, retratada como una postal caótica cuyo reflejo roza la pornomiseria y poca justicia hace al debate que pretende promover el actor y cineasta con su filme. Su última escena resume, a tal efecto, las intenciones pseudo-caritativas que alberga la película al tiempo que cae en esa misma hipocresía que pretende denunciar.  

A favor: Que podemos escuchar a Charlize Theron hablar en afrikáans.

En contra: La poca sensibilidad de Sean Penn en su retrato de las guerras en África.