Críticas
3,5
Buena
White God

La rebelión de los perros

por Xavi Sánchez Pons

Los perros siempre han quedado muy bien en la pantalla grande. Tenemos mil ejemplos y en los géneros más diversos: Lassie y Beethoven en los canes buenazos, La dama y el vagabundo en dibujos animados, en Súper Agente K-9 haciendo de sabuesos, o los peligrosos de Cujo y Aullidos. Ahora bien, hasta ahora nadie se había acercado al tema como lo hace Kornél Mundruczó en White God. Película bizarre y extraña, una especie de criatura de Frankenstein hecha con trozos de diferentes cuerpos que no encajan bien en algunos tramos, Mundruczó ofrece suficientes ítems satisfactorios para llevar la función a buen puerto.

Premiada en Cannes 2014 (Un Certain Regard), el filme se diferencia en dos partes claras. La primera, concentrada en la hora inicial, nos encontramos ante un drama arisco, a veces hasta cruel, protagonizado por una adolescente, Lili, y su perro, Hagen, una pareja que parece no encajar en el Budapest moderno. Rechazados por todos –la familia de la niña, los vecinos, los estamentos públicos-, Lili perderá a Hagen –tras ser abandonado en la calle por el padre de la menor- y empezará un via crucis para los dos: la primera al iniciar la búsqueda de Hagen por las calles de la ciudad, y para el can al tratar de escapar de todos los peligros que conlleva ser un perro callejero. En ese primer tramo Mundruczó se muestra titubeante con un amalgama cuestionable de tonos: esteticismo y pedantería vacuos -esa banda sonora solemne que pretende epatar de forma torpe en el respetable-, naturalismo de estar casa –aunque es indudable que funciona a la hora de contar la historia del perro abandonado- y panfleto en favor de la defensa de los derechos de los animales. Toda esta mezcla produce un efecto extraño y, ojo, sorprendente, ya sea buscado o no por el director, sobre el espectador: lo mantiene alerta, preguntándose cuál será la dirección final que tomará la historia. Y eso llega en la parte final de la misma, cuando se produce un twist de trescientos sesenta grados y la película gana muchos enteros.

A medio camino entre El origen del planeta de los simios y Los pájaros de Hitchcock, la película húngara apuesta en su último tramo por el cine fantástico de aire apocalíptico, con una rebelión-venganza de perros maltratados, liderada por Hagen, que aquí funciona como un trasunto del simio Caesar; una rebelión excelentemente filmada por Kornél Mundruczó y que ofrece imágenes poderosísimas: un Budapest desierto en el que solo los canes llenan las calles en manada, la fuga de Hagen de la perrera de una violencia explícita epatante, o el atípico, bello y enigmático desenlace, todo un guiño al filme de Hitchcock antes mencionado.

A favor: su parte final sci-fi apocalíptica

En contra: algunos fotogramas despiden un tufillo solemne y trascendental  bastante naïf