Críticas
3,0
Entretenida
Hermosa Juventud

El futuro ya no es lo que era

por Gonzalo de Pedro

Por primera vez en su trayectoria como cineasta, Jaime Rosales se ha desprendido de la forma: frente a sus anteriores trabajos, que parecían nacer de una propuesta estética, formal, rígida y casi siempre inamovible, de naturaleza radical, y que en algunos casos parecía imponerse al contenido, Hermosa Juventud nace de un interés por el mundo. En concreto, por un país, España, sumido en una profunda crisis económica, moral, política, y social, con unas consecuencias muy claras en la población, y que el cine español, de forma llamativamente alarmante, había rechazado filmar hasta ahora. Así, lo importante en Hermosa Juventud no es el dispositivo cinematográfico (la polivisión de La soledad, la apuesta por las primeras tomas de Sueño y silencio, o el teleobjetivo de Tiro en la cabeza), sino el devenir errático, crítico y desamparado de una pareja de jóvenes a los que les prometieron todo para después quitárselo. Dos jóvenes que funcionan como metáfora de todo un país que ha visto desaparecer el futuro, hermoso y brillante, condenándolo a un presente continuo en el que los únicos sobresaltos son las ondanadas de odio y desprecio de una élite económica y política que sigue ahondando en la herida.

La película de Rosales, que algunos consideran menor, su trabajo menos importante, es sin embargo un punto de inflexión en el cine español, o al menos, un espejo en el que se reflejan muchas otras películas para descubrir su propia desnudez: ¿Por qué nadie lo había filmado antes, por qué cierto cine español sigue empeñado en autorretratar su propia desidia, en lugar de fijarse en un país sin futuro, que ha condenado a su juventud a un porvenir cada vez más negro? Sólo por eso, Hermosa Juventud es una película importante, aunque huya de la lectura política y prefiera ahondar en el retrato social, y algo costumbrista, que es precisamente donde termina flaqueando: en el trazo grueso de algunas de sus subtramas, que lastran el relato, o en ciertos diálogos, excesivamente preparados, que contrastan con la espontaneidad de unos jóvenes que se desenvuelven el resto de la película con sorprendente soltura frente a la cámara (inolvidable la entrevista previa al rodaje de una escena porno, única salida posible, única fuente posible de dinero), desplegando todo un catálogo de señales del desastre. La secuencia de montaje, vía Whatsapp, que Rosales utiliza con soltura para narrar el paso del tiempo, es la mejor señal de la virtud de la película: que ha sabido captar el aire de los tiempos. El aire pútrido de los tiempos que nos han hecho vivir.

A favor: la capacidad para retratar el tono medio de un país a la deriva.

En contra: cierto costumbrismo forzado.