Críticas
2,0
Pasable
Una semana en Córcega

Padres e hijas

por Quim Casas

Una semana en Córcega parte de un guión original del realizador y productor Claude Berri, fallecido en 2009 y a quien la película está dedicada. Se trata de un remake del filme que dirigió Berri en 1977, Un moment d’égarement. El responsable de El manantial de las colinas y Germinal, títulos representativos de un determinado tipo de cine francés, de gran producción, académico, de la vieja qualitté, poca relación guarda con la obra de Jean-François Richet, el cineasta responsable de este remake.

Que un cineasta adapte a otro con el que no guarda relación (personal, generacional, afectiva, creativa) no es ningún problema. Si lo es que el resultado sea un producto que se aleja completamente del estilo e intereses del responsable de esta nueva versión. El cine de Berri y el de Richet se parecen como un huevo a una castaña, al menos si pensamos en el Richet agitado y nervioso de Ma 6-T va crack-er, el responsable del vibrante remake de Asalto a la comisaría del distrito 13 y el autor del díptico entre épico y convulso Mesrine. Cuesta entender que hace Richet –cuya posterior película, Blood Father, un thriller estadounidense algo viejuno al servicio de Mel Gibson, también descoloca bastante– al frente de un proyecto de estas características, pero cosas más raras se han visto.

Una semana en Córcega gira en torno a la relación entre dos hombres maduros (uno separado, Vincent Cassel, otro a punto de estarlo, François Cluzet; Jean-Pierre Marielle y Victor Lanoux en el original) y sus dos hijas adolescentes (Alice Isaaz y Lola Le Lann; Christine Dejoux y Agnès Soral en la primera versión) durante los aparentemente tranquilos días de estío que pasan en Córcega (el más hedonista Saint-Tropez en el filme de Berri). El conflicto es mínimo, más allá de la perversa idea de que las dos chicas solo tienen cobertura para el ordenador y el iPhone si se colocan en el cementerio familiar. Pero la hija de Cluzet se enamora de Cassel, este se deja seducir una noche en la playa después de una fiesta, su hija descubre la relación y la entente entre los cuatro se resquebraja poco a poco.

El principal problema del filme es que durante buena parte de su metraje se dedica a frivolizar sobre un tema “serio” para después, en un giro no bien calculado, convertirse en un drama severo con algo así como redención final por parte de todos los participantes en la historia. Cluzet está muy sobreactuado, mientras que Cassel intenta por todos lo medios atemperar las reacciones confusas y ambiguas de su personaje. Richet filma con delectación el proceso de seducción para después, y eso es loable, no enjuiciar moralmente nada de lo que pasa. El mejor personaje es el de la hija de Cassel, dolida con su padre porque se ha acostado con su mejor amiga, pero al mismo tiempo serena e incisiva. Lástima que sea el menos trabajado de todo el filme.

A favor: el trabajo de Cassel y las dos actrices.

En contra: la sobreactuación de Cluzet y el tono apastelado del relato.