Críticas
2,5
Regular
Héroes en el infierno

¿Todos contra el fuego?

por Carlos Losilla

Seguramente esta debe de ser una de las películas más tópicas del cine americano reciente. Se trata de abordar la unidad de bomberos Granite Mountain, de Arizona, como si fuera un batallón del ejército, con todos los clichés al respecto funcionando a pleno rendimiento. Podríamos estar hablando, por poner un socorrido ejemplo, de lo mismo que hizo Clint Eastwood en El sargento de hierro (1986), pero aquí no hay atisbo de ironía, ni tampoco de amargura. Como reza el título español –por una vez no tan distinto del original, Only the Brave--, y como se repite más de una vez durante el metraje, estamos hablando de héroes sin mácula, indiscutibles. Y a partir de ahí se despliega toda la parafernalia que suele acompañar a este tipo de films: una estructura sin sorpresas, que va del jefe rígido pero comprensivo al drogadicto que acaba convirtiéndose en uno de sus mejores hombres, y describe luego –con atildada disciplina— el adiestramiento, las primeras misiones y finalmente la gran “batalla” contra el fuego; una trama que mezcla temas como la camaradería masculina, la preponderancia de la familia por encima de todas las cosas, el conflicto entre el trabajo y la vida íntima; la redención mediante el trabajo y la disciplina, pero también el peligro que todo ello entraña… 

Así las cosas, la misión del film no es otra que ilustrar unos hechos reales, que no vamos a contar, mediante la artillería más pesada y rancia del viejo Hollywood. Solo que ahora no es Howard Hawks quien está detrás de la cámara, sino el mismo Joseph Kosinski que dirigió Tron: Legacy y Oblivion, con todo lo que ello implica. Y, sin embargo, hay algo que salva inesperadamente a esta película. Por debajo de la celebración del sacrificio y de determinado way of life que ya se pueden imaginar, hay una visión subterránea de la vida en la América profunda que resulta mínimanente creíble y hasta, a veces, pasablemente emotiva. Y utilizo los adverbios sabiendo lo que hago, o eso pienso. Pues no creo que eso sea cosa de Kosinski, sino más bien de un cierto inconsciente hollywoodiense, lo que André Bazin llamaba “el genio del sistema”, que funciona por sí solo en cuanto se encuentra en el contexto adecuado. Y así, en Héroes en el infierno, lo que más importa no está en la trama, sino en los episodios que la ilustran: las casas en mitad de la pradera, las juergas en el bar local, el anochecer en una carretera solitaria, una conversación nocturna en un porche débilmente iluminado… Nada de ello procede de las intenciones de Kosinski, que van por otro lado muy distinto, pero hacen que la película, por momentos, acabe vibrando y brillando por sí misma. Tampoco nada de ello, seguramente, tendrá su correlato en la vida cotidiana real de ese medio. Pero no importa. Tiene que ver con ese imaginario colectivo que ha creado Hollywood y que, en el fondo, constituye el rasero según el cual seguimos midiendo muchas de las películas que de allí surgen. 

A favor: Una narración límpida y transparente, como su propia ideología. 

En contra: No hay nada detrás de ella, a no ser lo que se cuela por entre sus rendijas.