Críticas
3,0
Entretenida
Los intrusos (White Settlers)

Malditos vecinos

por Marcos Gandía

En una de las secuencias más angustiosas de esta película, uno de los personajes, solo y acosado en un bosque lleno de luz pero con las tinieblas arraigadas en sus entrañas, es repentinamente consciente de que todo se ha acabado para él, que en ese paraje iluminado, silencioso pero ajeno al resto del mundo, va a desaparecer y nadie, nadie le echará de menos. La vida seguirá, la vida sigue mientras la muerte tiene lugar. Los intrusos, un título que juega la mayor parte de su metraje con ese contraste entre supuesta civilización y salvajismo atávico, logra su mayor carga de profundidad en la escena mencionada al comienzo de este texto.

Un instante que solamente algunos demiurgos de la maldad humana (y conocedores de que ésta es la que domina, rige y triunfa) como el Alfred Hitchcock del travelling que bajaba unas escaleras en Frenesí para abandonarnos a nuestra triste suerte y olvido en una calle abarrotada, o el (ojo al dato) Rob Zombie del asesinato del niño en el bosque de su personalísima Halloween, habían transmitido. De la razón enfrentada a la sinrazón versa esta nueva incursión en los territorios de Perros de paja o algunas de sus siempre estimulantes derivaciones (la también británica Eden Lake o nuestra Bosque de sombras de Koldo Serra). La razón, lo urbano, lo políticamente correcto deja su zona de seguridad y piensa que el campo, que la naturaleza, es un paraíso. Y no: es un cepo con dientes oxidados y restos de sangre, cartílagos y carne, a la espera de una nueva víctima indefensa y crédula.

Los protagonistas de Los intrusos (y ellos son esos intrusos, no esa manada de paletos endogámicos que ven a los recién llegados como una enfermedad a erradicar) piensan que el diálogo y el buen rollo lo solucionan todo, que la razón vence siempre a la barbarie… Y no. Lo acabaron descubriendo los domingueros de la Deliverance de John Boorman y lo acaban descubriendo también aquí. No acaba el film de apostar por la parte más terrorífica de su realismo terrorífico. Se pone un poco granguiñolesco y demasiado explicativo, discursivo, incluso subrayando demasiado y demasiadas veces el tema nacional (nacionalista: ingleses versus escoceses) y político, algo que está un tanto de más porque la clave reside en esa distancia criminal y de supervivencia entre los antiguo y lo moderno. Una vuelta de tuerca peckinpahniana (el cazador cazado) tampoco es aprovechada del todo, pero aun así la atmósfera del largometraje es suficientemente perturbadora.

A favor: el descubrimiento de que el Mal existe y existirá, sin explicaciones.

En contra: que el director y guionistas traten de explicar ese Mal.