Críticas
3,5
Buena
No respires

Atraco imperfecto

por Xavi Sánchez Pons

Cada vez son más los directores que felizmente juguetean con los géneros hasta retorcerlos, creando híbridos que rompen la cabeza de cualquiera que pretenda encasillar la película en uno solo. Ese es el caso de No respires, lo nuevo de Fede Alvarez. El uruguayo, que repite con el equipo de sabios presente en su aceptable remake de Posesión infernal -Sam Raimi, Robert Tapert, Rodo Sayagues y la actriz Jane Levy-, se libera aquí de los corsés estilísticos de su primer largometraje para volar solo y sin ataduras en un filme que, si bien podría entrar dentro de eso que ahora llamamos neo-noir, se trata de un atraco frustrado que acaba como el rosario de la aurora, contiene en su naturaleza mil y un guiños a otros géneros: home invasion, cine de psicópatas, survival o el terror de raíz claustrofóbica. Alvarez, gracias a un perfecto dominio del espacio cinematográfico que le sirve para generar tensión con lo puesto en un crescendo constante utilizando apenas una localización (una casa trampa), y a un sabio uso de la economía narrativa que en pocos minutos nos lleva al tuétano de la cuestión –dos elementos que le emparentan con el Jaume Collet-Serra de Infierno azul pero en versión indoors, cambiando el tiburón por un ex-marine ciego-, construye un notable ejercicio de suspense lleno de nervio, mala baba y acción física de la que duele. Vamos, un thriller con elementos de horror que recupera el espíritu de la mejor serie b de género de décadas pasadas.

Al principio hablábamos del hecho de retorcer géneros, algo que Alvarez lleva hasta sus últimas consecuencias en No respires. Primero con un sorprendente twist que muestra el lado más enfermizo de la trama –no lo revelaremos para evitar el spoiler-. Y segundo, al apostar por una suerte de versión invertida de los home invasion clásicos. En Sola en la oscuridad o Terror ciego veíamos a personajes invidentes siendo aterrorizados por visitantes no deseados, pero aquí pasa justo lo contrario: un ciego lleno de sorpresas convertido en una especie de Michael Myers es el que atormenta a los jóvenes asaltantes (trasuntos de los protagonistas de The Bling Ring en clave white trash) que han entrado en sus dominios con la intención de robar.

En No respires hay un par de personajes no humanos claves para entender el andamiaje de la película. Son la ciudad en ruinas de Detroit (símbolo de la decadencia moral, y la falta de oportunidades y seguridad que obliga a los protagonistas a pasarse al otro lado de la ley en busca de una vida mejor o simplemente para buscar justicia), y la casa, situada en un barrio abandonado y fantasmagórico. Una vivienda unifamiliar convertida en una mansión de los horrores iluminada como si fuera la de Terror en Amityville. Un recurso brillante de puesta en escena de Alvarez, que aquí se revela como un director inteligente a la hora de sacar el máximo partido a un guion mínimo y a los medios visuales que tiene a su alcance: desde el uso serpenteante de la steadicam que describe las laberínticas estancias de la casa, a la utilización del formato panorámico que acrecenta la sensación de amenaza.

A favor: Stephen Lang y su caracterización como monstruo ciego.

En contra: Se echa en falta algo de casquería.