Críticas
3,5
Buena
El fundador

Todo por la pasta

por Xavi Sánchez Pons

Algo interesante está pasando en el generalmente denostado y formulario campo del biopic cinematográfico. Si bien El fundador no es tan radical a la hora de romper los esquemas del género como si lo fueron Pasolini y Neruda, sí que abre una nueva vía en el cine americano a la hora de aproximarse a las películas biográficas. Y lo hace con una elegancia y mordacidad que no cabía esperar de ese artesano más bien justito que es John Lee Hancock. Recordemos: el director de Un sueño posible, cinta ramplona que le dio un Oscar a Sandra Bullock.

¿Qué armas utiliza El fundador para subvertir el patrón habitual de estas historias? Pues un mecanismo narrativo demoledor e inteligentísimo que poco a poco envenena el relato y que también divide el filme en dos partes bien diferenciadas. Una primera donde se juega al despiste presentando al fundador de McDonald's como un honesto y pobre hombre de negocios que busca su gran oportunidad para convertirse en un millonario. Y una segunda donde emerge su verdadera naturaleza: un tipo megalómano y sociópata que hará cualquier cosa por ganar un dólar más (mentir a sus socios, robar ideas ajenas o romper su matrimonio). Es más, en una operación brillantemente orquestada por Lee Hancock y su guionista, Robert D. Siegel, los personajes que son traicionados por Ray Kroc (el fundador del título, interpretado por un sobresaliente Michael Keaton) descubren el pastel al mismo tiempo que lo hace el espectador. Y la cosa no se queda ahí, ya que la película también funciona como una de las radiografías más certeras e incisivas que se han realizado recientemente sobre el capitalismo caníbal y, claro está, de las sombras que rodean el sueño americano.

El fundador, a primera vista, puede tener la apariencia de un filme del montón. De esos cimentados sobre una puesta en escena clásica y unas interpretaciones sólidas (los secundarios lo bordan: Nick Offerman, John Carroll Lynch y Laura Dern), que no toma riesgos. Pero en realidad no lo es. Y es que más allá de describir con precisión quirúrgica como se creó el imperio de la famosa cadena de comida rápida (un éxito que se cimentó en la adquisición de bienes inmuebles y no en la venta de hamburguesas), y del retrato mordaz, lleno de veneno, que realiza de ese neoliberal que fue Ray Kroc, la película ofrece un par de secuencias extraordinarias que describen el interior podrido y casi psicótico de su protagonista: El encadenado hacia la mitad del metraje en el que vemos a un Kroc teletransportándose de su casa a uno de sus restaurantes, presididos por una 'm' amarilla de neón gigante, como si se tratara de un musical de Hollywood esquizo, o el demoledor plano final en el que observamos su borrosa figura reflejada en un espejo.

A favor: el dardo envenenado que lanza al capitalismo caníbal

En contra: que algunos lo confundan con un biopic convencional cuando en realidad no lo es