Un relato del mal (a medias)
por Paula Arantzazu RuizEs probable que no haya una guerra más cinematográfica, o al menos más retratada en el séptimo arte, que la Segunda Guerra Mundial. Sólo en 2017 nos llegan 3 trabajos desde Hollywood que se detienen en este fatídico episodio histórico del siglo XX: tras el estreno de La casa de la esperanza, de Niki Caro y con Jessica Chastain y Daniel Bruhl, y antes de la esperadísima Dunkerque, de Christopher Nolan, se estrena ahora El hombre del corazón de hierro, tercera versión fílmica de la conocida Operación Antropoide, atentado de la resistencia aliada contra el líder nazi Reinhard Heydrich, esta vez a cargo del francés Cédric Jimenez, quien ya había demostrado con The Connection su buena mano como copycat del Scorsese más estiloso. También en El hombre del corazón de hierro se agarra a ciertos referentes y también como en el anterior ejercicio, la película bascula entre la imagen de lo que podría haber sido y lo que finalmente se ha convertido.
A pesar de que adapta la novela de Laurent Binet (HHhH), no deja de ser curioso que Jimenez desdoble el relato del atentado contra Heidrych en dos subtramas. Esta estrategia narrativa estaba asimismo en el último filme que también relataba estos hechos, Operación Anthropoid –de Sean Ellis y con Cillian Murphy y Jamie Dornan–. Pero si allí la película nos contaba las vicisitudes de los responsables del atentado bajo un tono melodramático, aquí Jimenez trata de ahondar en los recovecos emocionales de Heydrich y su entorno, desde que era un joven de la armada alemana hasta su ascenso meteórico hacia la élite del nacionalsocialismo. De este modo, la primera parte nos explica la biografía del llamado ‘carnicero de Praga’ (un Jason Clarke temible), cómo fue repudiado y expulsado de la Marina, cómo conoció a su mujer Lina von Osten (Rosamund Pyke) y su ingreso en el complejo paramilitar del partido nazi hasta convertirse en Reichsprotektor de Moravia y Bohemia, habiendo ya formado parte del equipo de arquitectos de la Shoá. Jimenez filma ese desarrollo con un preciosismo extraño, bajo los parámetros del biopic de Wikipedia pero tratando de buscar una cierta sensación de amenaza que pronto explota cuando tiene lugar el atentado. Es entonces cuando el relato se quiebra y el filme da un giro para volverse hacia la trama de Jozef Gabcik (Jack Reynor) y Jan Kubis (Jack O’Connell), los miembros de la resistencia que acabaron asesinando a Heydrich.
Este desvío de la historia hace que el acercamiento de Jimenez a la escalofriante figura de Heydrich pierda solidez. Ciertamente, hay cuestiones más que discutibles en el corazón del texto (el arco de transformación de Lina Heydrich), pero al girar su mirada a la gesta de la resistencia poco tiene que añadir el cineasta francés a los otros dos trabajos sobre el mismo suceso. El clímax en la antigua iglesia de los Santos Cirilo y Metodio, por ejemplo, donde el comando de la resistencia fue rodeado y aniquilado tras más de siete horas de combate, está aquí filmado con precisión técnica y con un ánimo épico, pero no consigue sobrepasar de lo esperable.
A favor: Jason Clarke, Jack O’Connell y Rosamund Pike cumplen.
En contra: Que deje de lado el ahondamiento en la figura de Heydrich a mitad de la película.