Críticas
4,0
Muy buena
Cavernícola

La loca historia del mundo ¿primitivo?

por Marcos Gandía

No cuesta demasiado adivinar que en esa lucha que la desternillante última propuesta de la Aardman y Peter Lord nos muestra en Cavernícola, la de un delicioso y casi último y resistente miembro de la Edad de Piedra y su jabaperro contra la “moderna” Edad de Bronce, una nada oculta metáfora sobre el cine de esta artesanal productora británica tratando de no ser devorado por las majors de la animación por ordenador. Tras un par de malas experiencias (que no lo fueron si atendemos a la calidad de los productos resultantes, pese a que ni Arthur Christmas y ¡Piratas! funcionaran en taquilla) con un gran estudio hollywoodiense como Sony, Aardman volvió a los orígenes y allí se sintió a gusto, en casa, con un personaje de la casa y una obra maestra contemporánea titulada La oveja Shaun.

Cavernícola sigue esos postulados pese a no partir de cortometrajes o series de TV previas: un humor tan irreverente como clásico en su mezcla del slapstick y el timing de los maestros del género, y una ciega fe en el aspecto manual de sus figuritas de plastilina movidas fotograma a fotograma entre maquetas de ensueño. Más allá de esa declaración de principios en las que los débiles (y patosos), los “primitivos”, siempre serán más humanos, divertidos y más sinceros, reales, que los “modernos”, Cavernícola es por sí misma una de las propuestas más simpáticas y con mayor número de carcajadas por minuto durante las poco menos de hora y media de su metraje. No cuesta en ella reconocer a los grandes: al Buster Keaton de Las tres edades o a los Monty Python de sus parodias históricas.

Cavernícola (que comparte título en castellano, e incluso algún que otro gag, con aquella película de principios de los 80 con Ringo Starr y Barbara Bach al frente), podría ser sin problemas una cinta de los Monty Python, pero también de Mel Brooks (la llegada a la villa de los “bronces” y el repertorio de coqueteos con lo escatológico). Con el sentido de la sátira histórica tan esencialmente británica, la de Jonathan Swift o Daniel Defoe (o la de Spike Milligan y Peter Sellers), esta nueva joya de la Aardman une épocas para trazar una línea recta entre el ayer y el hoy, para seguir diciéndonos lo tontos que somos. Un auténtico festival que no necesita más que saber lo que tiene que durar un chiste para hacernos morir de risa. Y sí, ya sabemos que el antihéroe y su chuchocerdo salvaje son como Wallace y Gromit, pero incluso en ello hay que felicitar a los artífices del film. 

A favor: El delicioso e inteligente humor a chorros del film. 

En contra: El doblaje en castellano.