Retrato de una artista
por Daniel de PartearroyoAl tratarse de un medio visual, el cine siempre ha mirado con gusto hacia la pintura. No sólo como modelo para la distribución de información dentro de los encuadres o para usar lienzos como referencia compositiva, sino también como fuente de historias a partir de la vida de los grandes maestros del arte. En cierto sentido, una película biográfica sobre un pintor cumple con dos de las inquietudes favoritas del cine académico con intención de agradar a la platea: contar un relato de vida significativo, tomado de la realidad de una figura notoria, mediante imágenes con cierto atractivo plástico gracias a disponer de la obra pictórica del personaje protagonista. Esto ha llevado a que los biopics de pintores se hayan convertido ellos mismos en un subgénero, con sus correspondientes fórmulas, automatismos y clichés. Todo lo que en Paula acaba siendo puesto en práctica para contar la historia de la pintora Paula Modersohn-Becker.
La poco conocida figura de esta pintora alemana dentro de la historia del arte permite al realizador Christian Schwochow (Al otro lado del muro) apuntarse también el tanto de la necesaria reivindicación de una artista cuyas aportaciones parecen haber sido ignoradas y minusvaloradas por el hecho de ser mujer. Víctima de una embolia pulmonar a los 31 años, la muerte de Paula Modersohn-Becker truncó una prometedora carrera artística que luchó en innumerables ocasiones contra las inercias objetivistas del paisajismo alemán para anticipar la subjetividad radical del expresionismo con retratos y naturalezas muertas en la línea emocional de Cézanne. Eso sí, desde el mismo título, queda claro que la intención de Schwochow en Paula es centrarse en la esencia de la persona detrás de los lienzos: mostrar el galopante latir de su corazón más que el bullir de su mente al tomar los pinceles. No es mala idea, por lo tanto, titular usando el nombre de pila de una artista cuya firma ha sido otra víctima del machismo patriarcal incluyendo el apellido de su marido, el pintor Otto Modersohn, en el suyo para la posteridad.
Las intenciones eran loables, la materia prima del relato también –todo lo interesante que puede resultar la vida de una pintora alemana en el tránsito del siglo XIX al XX, al menos– y la ambientación de época de la producción resulta adecuada y envolvente. Pero Paula carece de todo lo que hacía relevante y significativa a su protagonista: una visión propia sobre la realidad. La película de Schwochow está demasiado abonada a los clichés narrativos del género biográfico y a una puesta en escena plana como para tomar el vuelo necesario. Al menos, queda la fuerza que transmite la suiza Carla Juri (enérgica protagonista de Wetlands, 2013) como Modersohn-Becker, impecable tanto a la hora de mostrar determinación como duda. Las secuencias donde se pone de manifiesto su amistad con la escultora Clara Westhoff y su marido, el poeta Rainer Maria Rilke, permanecen como lo mejor de un drama académico sobre una artista que rompió los moldes del academicismo.
A favor: La energía irradiada por la protagonista Carla Juri.
En contra: Los corsés y clichés típicos de la fórmula biopic.